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Islandia, donde la belleza se amontona

Por: Andrés Hurtado García

En Islandia, país de glaciares, neveros y cascadas, la belleza se escurre por todas partes. Sin embargo, uno de los reclamos publicitarios de la principal empresa de aviación del país dice textualmente: “Lo interesante del país no son sus bellezas naturales sino que el nombre del Primer Ministro figura en el directorio telefónico”. Esta forma de atraer turistas se conjuga bien con el orgullo nacional islandés de ser el país que creó el primer parlamento del mundo.

Fue en el año 930 cuando Porsteinn Ingolfsson reunió los 48 godars (tribus) y creó el Althing. Este arraigado espíritu democrático del país lo ha llevado a manejar de la manera más sabia el desastre económico que lo condujo a la ruina en los años 2008-2009. Islandia fue el primer país europeo que se declaró en bancarrota, pero ha actuado sabiamente. No salvó a los bancos como lo quieren hacer los colegas europeos, al contrario, encarceló a los banqueros y dio la mano a los ahorradores. El hecho de poseer moneda propia, el kroner, le ha permitido manejar mejor sus asuntos económicos. Antes de la quiebra, la moneda se cotizaba a 70 krones por euro y ahora a 165. Islandia era, según la ONU, el país de mejor nivel de vida en el mundo hasta su quiebra. Hoy la Nación sale de su mal momento y se convierte en meca del turismo mundial.

¿Y cómo es él? como dice la canción. Luego de darle la vuelta completa al país por la carretera que bordea el mar y que llaman Ring Road, luego de visitar países y países en todos los continentes, declaro a Islandia como el país de la doble y suma belleza. Doble por la belleza espectacular de su entorno natural de volcanes, géiseres, cascadas y glaciares y doble por la belleza idílica de las granjas perdidas en la inmensidad de los valles interiores.

Con 103.000 kilómetros cuadrados es más pequeño que nuestro departamento del Amazonas que alcanza los 109.000. El total de habitantes apenas sobrepasa los 300.000 de los cuales las dos terceras partes vive en la capital y su entorno. El país fue habitado en los primeros siglos de la era cristiana por monjes católicos procedentes de Irlanda, que buscaban más soledad y silencio para su entrega a Dios.

Cuando aparecieron los vikingos procedentes de Noruega, los monjes se retiraron y fue un vikingo, Ingolfur Arnarson, el primero en establecerse definitivamente en la “bahía humeante” como llamó a la que sería Reykjavik, la capital. Era el año 874, considerado por los islandeses como la fecha de la fundación de su país. Humeante por los vapores que salen del suelo islandés por todo el territorio constelado por centenares de volcanes, uno de los cuales, el Eyjaflallajökull, en 2010 trastornó con una de sus erupciones toda la navegación aérea de media Europa durante algunas semanas. Una de las tristezas, la única, que traemos los visitantes de Islandia, es la dificultad para aprendernos los ilegibles nombres del país; la lengua es el islandés, idioma que ha evolucionado poco y proviene de los primitivos vikingos.

Posiblemente el glaciar más famoso del mundo, al menos en los terrenos de la literatura es el Snaefellsjökull ( ¡vaya nombrecito!), que se encuentra en el extremo suroccidental de Islandia. Por la boca del volcán que se halla oculto bajo la capa de hielo “metió” Julio Verne a Otto Lidenbrock, a su sobrino Alex y al guía local Hans, en su “Viaje al centro de la Tierra”. Hoy esta montaña es constantemente visitada por adeptos del New Age que reciben o creen recibir allí manifestaciones de otros mundos y otros seres.

Islandia, como su nombre lo indica, es el país de los hielos. Los más grandes glaciares de la Tierra se encuentran en la Antártida y en Groenlandia. El Vatnajökull, de Islandia, es el tercero del planeta y mide 4.800 kilómetros cuadrados y en partes el grosor de su hielo alcanza mil metros. Este glaciar reparte ríos para todos los puntos cardinales de Islandia. Dando la vuelta al país por la Ring Road se encuentran las más bellas cascadas. En la parte sur la carretera avanza por el margen estrecho que le dejan el mar y las montañas; estas caen perpendicularmente y desde cien o doscientos metros de altura. Por allí se precipitan las cascadas que se originan en el deshielo de los glaciares, todas en un marco grandioso de rocas. Bella la de Skogafoss y bellísima la de Svartifoss que se precipita en medio de un cuenco de rocas basálticas que parecen un gigantesco órgano tubular de una iglesia gótica de la Edad Media. Penetrando hacia el interior del país nos encontramos con poderosas cascadas que son ríos formidables que caen con trombas espectaculares, nubes de vapores y arcoíris.

Así son Gullfoss (la catarata de oro), Dettifoss y Godafoss (la catarata de los dioses). Como se puede inferir foss significa catarata. Uno de los sitios más visitados de Islandia es el lago de deshielo glaciar llamado Jokulsarlon. Grandes bloques de hielo, blancos y azules, flotan en el agua y los visitantes pasan entre ellos montados en unos camiones que se desplazan como cualquier vehículo terrestre y que penetran en el agua y se convierten en naves anfibias. Este lago está formado por una de las muchas lenguas de hielo que el glaciar Vatnajökull proyecta hacia la carretera y hacia el mar.


Recorriendo los campos encontramos los caballos islandeses, “Equus scandinávicus”. Fueron traídos por los vikingos y como no se han mezclado a lo largo de toda la historia, se los considera una especie diferente. Son más pequeños que los nuestros, mucho más grandes que los ponnies, muy fuertes y con melenas tupidas que les caen sobre la testa y los ojos y hacen recordar graciosamente las tribus urbanas bogotanas que llamamos emos. Fueron el medio de transporte de Islandia hasta que se construyeron las carreteras, y todavía lo siguen siendo especialmente en los valles y mesetas del interior del país. Reykjavik, la capital, es una hermosa ciudad de casas pintadas en colores vivos. Hallgrimskirkja, el templo protestante, de altísima torre (75 metros), domina la ciudad. Islandia fue católica hasta que en 1550 durante la dominación de Dinamarca el rey d este país obligó a Islandia a adoptar el credo protestante y como los islandeses se opusieron porque la religión romana era el vínculo de cohesión política, literaria y religiosa del país, entonces el monarca danés mandó asesinar al obispo católico y así, “por las buenas” el país se volvió luterano.

La mayoría de las ciudades son pequeñas y apenas llegan a los 3.000 habitantes. La segunda ciudad es Akureyri y se encuentra al norte, en el fondo de un larguísimo fiordo. En este viaje que hice a Islandia en junio, que es la mejor época para los turistas, porque las temperaturas oscilan entre 12 y 15 grados, gocé de la noche blanca, las 24 horas del día con luz solar. De octubre a febrero será lo contrario en gran parte del país.

La comida es excelente, predomina el pescado y en especial el bacalao en diversas preparaciones. La cabeza chamuscada de carnero también es plato típico. Hay tres maneras de distinguir a un islandés: La primera, que la onomatopeya del perro no es guau, guau, sino vlof, vlof, como se puede ver a veces en la tira cómica de Olafo, el vikingo. Segunda, que las películas porno no son cine rojo sino cine azul. Y la tercera, divertida, usted no verá nunca a un islandés limpiándose las narices para afuera, con un pañuelo, sino que siempre es hacia arriba y hacia dentro, sorbiendo. Debe ser resabio de los salvajes y primitivos vikingos.

Islandia, el país inteligente que sale airoso del desastre económico europeo, el país de la doble belleza, el país de las granjas bellas perdidas en los valles, debe ser visitado para sentir el hálito de los dioses nórdicos Odin, Thor, Thir y Freya, que respiran por los volcanes como creen los 15.000 adeptos del nuevo paganismo que hay en la isla.

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