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Kenia: Como en mi casa

Por: Joel Centano

Una inigualable hospitalidad, filantropía y el “llamado de la selva”
predominan en esta, la cuna de la civilización.

"Ustedes están ahora en la verdadera África”, nos anunció a mi y a mis ocho compañeros de aventura George Omuya, guía jefe de Micato Safari, cuando llegamos a Kenia.

“Es aquí donde están los animales. Aquíexiste la posibilidad de observar a los “cinco grandes,” pero como se darán cuenta a lo largo de los próximos diez días, la generosidad de la naturaleza con la cantidad de vida silvestre es sólo una parte del tesoro de este nación”.

Para que el viaje por la Cuna de la Humanidad sea perfecto y enriquecedor, todo está dado: las inmensas sabanas del Masai Mara, los encuentros con tribus auténticas y, gracias a la responsabilidad social de los proveedores de Safaris, como Micato, la oportunidad de hacer una contribución positiva al futuro de Kenia.

Una cálida recepción

“¡Bienvenidos... siéntanse en casa!”

Una erupción de suéteres rojos, deslumbrantes sonrisas y el sonido de niños de escuela que repetían esta frase mientras mis compañeros de viaje y yo entrábamos al salón, muestran la calidez que se reconoce a los kenianos, pero en Mukuru, este tugurio cercano a Nairobi, esta explosión de júbilo es inesperada. Mientras nos familiarizábamos con los niños, sus nombres y sus sonrisas, descubrimos que no era forzoso que la travesía por las polvorientas carreteras y terribles escenas de pobreza terminaran en un lugar de amargura. La realidad era que estábamos en un lugar lleno de esperanza y alegría.

Llegamos al Harambee Centre, la vibrante sede del programa AmericaShare, iniciado hace 25 años para que, quienes disfrutan de los safaris contribuyan con los kenianos. Antes de salir para la foresta, los visitantes pueden realizar acciones benéficas, tales como sembrar árboles o colaborar llevando abastos a los niños y mujeres necesitadas. Micato también relaciona a los huérfanos de Mukuru con aquellos viajeros en capacidad de patrocinar la educación de estos niños en Nairobi, a través del plan One for One; además la compañía beca un niño por cada uno de los safaris que vende. Se estima que en Mukuru hay por lo menos 100.000 niños entre lo 6 y los 13años en un estado de pobreza tal, que no pueden costear su educación.

Si bien estas cifras son estremecedoras, lo que vimos en la visita al Harambee (en swahili: “todos empujando” ) prueba que los cambios son posibles y palpables. Mientras decantamos la impresión por haber sido recibidos como celebridades los niños mayores nos muestran facetas adicionales del Centro. Brian nos muestra cómo manejar los video juegos producidos para modificar la conducta de contagiados por Sida, mientras que en la biblioteca, Ali y otros jóvenes más estudiosos, orgullosamente hablan de sus nombres, sus temas favoritos y las metas de sus carreras. Más tarde nos reunimos con varios jóvenes que jugaban en la nueva cancha de básquetbol, un generoso regalo de un joven norteamericano. Estos actos de generosidad son frecuentes después de las visitas al Centro; la perturbación emocional que nos produjo la salida de allí se vio mitigada por la nmultiplicidad de sitios que en Nairobi y sus alrededores están también cambiando.

Desde nuestra sede en el legendario Fairmont Norfolk Hotel, visitamos las joyerías de la galería Desai, que emplea a mujeres afligidas y a niños de la calle y que, además, mantiene el orfanato New Life Home para bebés con Sida.

En el orfanato para animales David Sheldrick vimos elefantes marchando alrededor de ojos de agua, jugar en el barro y empujar balones con sus trompas. En el Giraffe Manor, observamos un ejemplar de jirafa Rothschild en un jardín paradisiaco, perfecto preámbulo para nuestro safari.

Iniciamos el safari

“No me culpen si nos perdemos”, comenta Jeremías mientras nos balanceamos en un Land Rover que sigue rutas laberínticas que se entrecruzan en las aparentemente infinitas sabanas del Masai Mara, en el sur oeste de Kenya.“Culpen al leopardo”.

Nuestro Masai guía y conductor ha escuchado un rumor que indica que un ejemplar de ese elusivo felino se está moviendo, y con el sol de la tarde brillando en el Occidente sobre la pradera, su movimiento levanta polvo. Estamos buscando este tan deseado avistamiento a millas de nuestro campamento en el Club Mara Safari, pero considerando los acertados seguimientos de las dos horas anteriores, nuestro grupo no duda continuar, pues hemos logrado ver los más famosos “cinco grandes:” el elefante africano (incluyendo una madre escoltando sus crías por la soleada pradera), búfalos y un león (Jeremías pudo acercar nuestro vehículo a cinco pies del animal durmiendo sobre su lomo). También le dimos un vistazo al amenazado rinoceronte blanco. El grupo está de acuerdo: El leopardo encabeza nuestra lista de “debemos ver”.

Hace menos de 35 años estos seguimientos hubiesen sido diferentes. Al final del siglo XIX, los safaris africanos se caracterizaban por la muerte y el nombre de los “cinco grandes” con el que los colonos distinguían estas especies, tenían su origen en su dificultad para cazarlos. Desde 1977 la situación cambió: matar animales en cacería está prohibido en el país.Para evitar y disminuir la muerte por retaliación de las tribus que habitan en las reservas o sus cercanías, el gobierno les paga la muerte de ganados que se puedan atribuir a animales protegidos.

Con toda la determinación de observar el felino antes de que caiga el sol, Jeremías corre contra el tiempo y el espacio, mientras yo absorbía la inmensidad de la Reserva Animal de Mara, un verdadero planeta para animales que cubre en conjunto con el Serengeti, hacia el sur, más de 10.000 millas cuadradas. Juntos, estos dos parques albergan más de dos millones de animales que protagonizan la Gran Migración, un marcha anual en la cual los herbívoros desfilan desde Tasmania hasta Kenia en ida y regreso, siguiendo el agua y su alimento.

A pesar de haber transcurrido un mes de la época de la Gran Migración, avanzábamos zigzagueando y nos encontramos con incontables rebaños de zebras, hienas, jirafas, impalas y topis, mientras los rayos del sol enmarcan los cúmulos nimbus y alumbran las sabanas. El recién podado pasto de las praderas se torna dorado y los ciervos congregados en enormes rebaños lo hacen ver de un color mezcla de dorado, morado y marrón. Las siluetas de los árboles con su forma de sombrilla parecen palmeras contra el cielo de un azul intenso.

Cuando por fin llegamos a nuestro destino, Jeremías apagó el motor y nos indicó un lugar entre las verdes ramas de una acacia. Al principio no vimos nada. De repente, dos ojos se encendieron y nos miraron fijamente a través del follaje. El leopardo descifra nuestro grupo cuidadosamente y luego se concentra en las vísceras de su reciente víctima. Lo observamos en silencio mientras se levantaba y majestuosamente avanza hacia un claro en la acacia, posa en un chorro de luz del poniente y, como sí nos indicara que el espectáculo ha terminado, salta del árbol y se hunde en un suave manto de hierba.

Un momento después estábamos nuevamente en movimiento. Mientras nos preparábamos para el largo trayecto de regreso a nuestro refugio, la tristeza de la partida se compensa con el conocimiento de que los fondos producto de nuestra visita ayudarán a los esfuerzos conservacionistas que permitirán que escenas como las que acabamos de presenciar, se puedan repetir en el futuro. Además, y como nos lo comenta Jeremías mientras conduce el jeep a una elevación en medio de la sabana, otra sorpresa nos espera.Al calor de un fuego nos reciben con bebidas y una deliciosa comida de campo, preparada por nuestros amigos del refugio, observamos cómo los arreboles iluminan la oscuridad del atardecer sobre el Masai Mara. Aquí, en Kenia, hemos visto que el espectáculo más grande del mundo no termina nunca, sino que está siempre empezando.

Recomendaciones para el viajero

Hazlo:

Quienes viajan con alguno de los siguientes proveedores tienen la seguridad de estar produciendo cambios en las vidas de otros, así:

Ir: El cambio está en el aire. Las donaciones recogidas por las aerolíneas llegan a un promedio de $70.000 dólares mensuales y están destinadas, en Kenia, a obras de caridad en educación tales como Free The Children.

 
Ver: Los trotamundos pueden donar a través de Micato Safaris mediante trabajo voluntario en programas sostenibles como la siembra de árboles o entregando abastos a las afligidas mujeres y niños abandonados del Harambee Centre.

Habiendo recibido la visita de personajes como Indira Gandhi y Robert Redford, los dueños de Micato, Jane y Félix Pinto, son expertos en dar tratamiento VIP a todos sus huéspedes, cumpliendo cabalmente con su lema “ hospitalidad hogareña,” lo que empieza con una cena en su residencia de Nairobi. Empezando en la capital y continuando en las delicias de la inmensidad del Masai Mara, los Safaris con Micato incluyen la estadía en hoteles y refugios de lujo que también están comprometidos con el logro de un cambio positivo.


Dónde Dormir

En la primera línea de la hospitalidad y la filantropía está el Fairmont Hotels & Resorts, empezando por el ya clásico Norfolk Hotel, donde literalmente se puede leer el pasado de la ciudad en sus muros. Sus espectaculares suites están decoradas con objetos que pertenecieron a importantes personajes de la época colonial, incluida Karen Blixen, cuya novela Out of África ayudó a colocar a Kenia en el mapa turístico del mundo.

Seis comedores - incluyendo el legendario Tea Room y la Lord Delamere Terrace - son servidos por el chef ejecutivo Hubert Des Marais, quien obtiene la bases de sus platos de agricultores locales y pequeños proveedores.

La elegancia ecuatorial del Mount Kenya Safari Club, donde los visitantes descansan en un ambiente británico, cabalgan por el Parque Nacional del Monte Kenia y pasean por entre rosales que florecen directamente sobre la línea ecuatorial. El fundador del Club y actor estrella del cine, William Holden, creó el orfanato para animales que presta servicio de cría y rehabilitación a la fauna africana en peligro. Para apoyar a la comunidad, la granja avícola del Club entrega a los niños gallinas y les compra los huevos orgánicos que recogen. Los proyectos de reforestación también colaboran con los niños para que planten y cuiden más de 10.000 arboles.

La llamaremos comodidad salvaje: las cómodas tiendas de campaña donde, desde confortables camas montadas sobre cuatro palos, pueden oírse los bramidos de los hipopótamos en el cercano Río Mara. Seguir animales en la noche, montar en globo al amanecer sobre el Masai Mara, son actividades que se deben realizar, como también la visita al poblado Masai y a su bazar.

Con dinero del Mara Safari Club se apoya la educación, instalaciones médicas y plantas de tratamiento de agua para los pueblitos. Los propietarios también ayudan a los programas de conservación y a los refugios temporales para los animales, donde los más intrépidos pueden ver las luchas de rinocerontes blancos desde muy cerca.

Para más información: Aviatur El Nogal.
Teléfono: 531 1101

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