Con las playas solitarias de arena blanca y la tercera barrera arrecifal más conservada del mundo, esta isla Colombiana se ha convertido en una buena opción para quienes buscan disfrutar de la naturaleza, practicar deportes acuáticos, escuchar aventuras de piratas o descansar en compañia de un coctel y a ritmo de reggae.Aquí, los términos resort o spa no han entrado todavía al vocabulario de los raizales. En cambio, natural, virgen y autentico son las palabras que hacen parte de los providencianos.
La mejor forma de definir a Providencia es por lo que no tiene. En esta isla de 17 kilómetros cuadrados no hay resorts, ni grandes cadenas hoteleras, ni spas, ni casinos, ni discotecas, ni centros comerciales, ni restaurantes de lujo. Hay, en cambio, posadas isleñas atendidas por raizales y pequeños hoteles y cabañas turísticas en donde predominan hamacas extendidas por lo general con vista a un mar de siete colores.
Predominan el sosiego y el silencio. También playas cristalinas y una gran barrera de coral de 33 kilómetros, la tercera más importante del mundo después de las de Australia y Belice y la segunda más larga en América Latina. Es en este pedazo de Colombia en donde se dice “no” al modelo de desarrollo turístico global, para mantener la ecología, el modo y la calidad de vida de sus pobladores. Por eso las leyes municipales de Providencia impiden a ciudadanos no nativos de la isla instalarse allí para emprender algún tipo de negocio. También está prohibido construir grandes hoteles o edificios de más de dos pisos.
Esa es la razón por la cual al recorrer Providencia no se observa una sola construcción moderna, sino que casi todas sus casas son edificaciones de madera con dos pisos, elevadas sobre pilotes y pintadas con vivos colores. Hay un supermercado, un cajero automático, algunos negocios y no mucho más.
Aunque el idioma oficial es el español, la mayoría de isleños habla creole, mezcla de inglés isabelino, español y lenguas africanas. Aquí los ritmos musicales no son la salsa y el vallenato sino el calypso, el mento y el reggae. Y gracias a que el origen de la isla es coralino y no volcánico, tiene arenas tan perfectamente blancas que reflejan casi todos los rayos del sol que chocan con ellas, permitiendo caminar descalzo y sin quemarse los pies.
Claro que para ir a la playa, basta con caminar unos metros. Una de las más visitadas es Aguadulce; acá están los pocos hoteles instalados hasta ahora y una pequeña playa de aguas turquesa en donde habitan peces de colores que a veces rozan las piernas de los bañistas. Pero la playa más hermosa es Sudoeste (Southwest Bay), apenas una franja de arena que se escapa de la densa vegetación tropical en donde los parasoles hacen las veces de palmeras. Aquí se saborean algunos de los mejores manjares de la isla. En el restaurante El Divino Niño por ejemplo, con capacidad para 70 comensales, se sirven enormes bandejas con cangrejos, camarones, langostinos y pescado frito, todo acompañado de arroz con coco, plátano y yuca. La playa de Manzanillo es la segunda más importante de Providencia. Acá se sirven platos de pescado frito con arroz, plátanos y cangrejo.
Es ejercicio obligado darle la vuelta a la isla por tierra, lo que brinda la oportunidad al turista de admirar, además de playas, lugares emblemáticos como el Puente de los Enamorados. Este puente colgante hecho en madera y de unos 100 metros de largo, une a Providencia con la isla Santa Catalina, y fue construido en los años 80.
La vía más importante es la circunvalar, paralela al mar, por donde se llega al centro de la isla conocido como Santa Isabel. Allí se encuentran varios supermercados y la oficina de turismo. Por la misma vía se llega a Old Town, la población de mayor antigüedad, construida en 1629 bajo el nombre de New Westminster o Nueva Westminster.
Hacer ecoturismo en Providencia es, sin duda, un plan muy recomendado. En el sector de Casa Baja, uno de los nueve en los que está dividida la isla, empieza el sendero que lleva a The Peak (El Pico), el sitio más alto y un mirador sin igual. Alcanza los 360 metros de altura sobre el nivel del mar. Para llegar allí hay que armarse sobre todo de unas buenas botas y de mucha agua. El recorrido dura unas cinco horas y atraviesa el que es considerado el último bosque seco tropical de las Antillas.
Tan originales como el idioma local son los cangrejos negros, que comparten con las motos y los escasos vehículos la única carretera existente, las noches de mayo, junio y julio. Las hembras bajan por centenares de las montañas y cruzan el asfalto buscando el mar. Ponen sus huevos y regresan. Días más tarde, cuando sopla la brisa del sur, salen del agua cientos de miles de diminutas crías rojas y se dirigen al bosque, invadiéndolo todo.
En el extremo nororiental de la Isla, entre Maracaibo Hill y Iron Wood Hill, está el Parque Natural Old Providence y Mac Bean Lagoon que ocupa una extensión aproximada de 995 hectáreas, de las cuales 905 son área marina.
En este lugar el turista puede recorrer el sendero de los siete colores, en el manglar de Mc ́Bean, el cual tiene aproximadamente 800 metros de largo destinados a la observación de aves. En la laguna arrecifal del parque se encuentran innumerables parches coralinos y arrecifes de franja. Para disfrutarlos se han adaptado algunos sitios como el denominado Hippies Place y Cayo Cangrejo, en donde se puede realizar careteo. Sólo en Manta’s City y Table Rock, dentro del área del arrecife, se permite el buceo con tanques.
Es que Providencia está rodeada por una plataforma de coral que desciende por escalones y paredes de hasta 90 pies y a partir de ahí, cae en grandes profundidades oceánicas. Por tal razón, esta isla atrae la atención de los buzos de todo el mundo, quienes llegan a explorar las grietas, cuevas e inmensas paredes que conforman el arrecife. Los sitios de buceo más frecuentados se encuentran a no más de 12 minutos en barco desde la isla.
Empresas como Buceo Colombia ofrece paquetes turísticos a Providencia tanto para novatos como buzos certificados. Un minicurso de buceo, incluido tiquetes aéreos y alojamiento durante tres noches, tiene un precio desde $1’600.000. Un curso de aguas abiertas en Providencia, tiene un precio desde $2’300.000, incluido alojamiento, tiquetes, entrenamiento en aguas confinadas, buceo y certificación.
Mayores informes: Buceo Colombia
• A Providencia y Santa Catalina se llega por aire y por mar, pero su puerto de embarque inmediatamente anterior siempre será la isla de San Andrés, a donde vuelan desde Bogotá aerolineas como Copa Airlines, Avianca y LAN Chile.
• Desde San Andrés se llega a Providencia por vía aérea con la aerolínea Satena ó a través de vuelos charter con Searca.
• Por vía marítima los viajeros pueden optar por la motonave Sensation, un catamarán dotado para el transporte de pasajeros, que viaja a Providencia los lunes, miércoles y viernes a las 8:00 a.m. y regresa a las 3:00 p.m. En temporada alta realiza un viaje diario, si el mar lo permite.
• El costo del tiquete en el Sensation es de $100.000 para un trayecto ó $180.000, ida y regreso.
• En el aeropuerto de San Andrés tanto colombianos como extranjeros deben pagar un impuesto de entrada al archipiélago, por un valor de USD19. El comprobante de pago también será solicitado al llegar al Aeropuerto El Embrujo de Providencia.
• La Secretaría de Turismo queda en el Centro Administrativo AURY junto al embarcadero de Santa Isabel. El teléfono es: + (57) (8) 5148054.
• Alquilar un carrito de golf para explorar la isla por un valor de aproximadamente $100,000 por 24 horas, es otra actividad que el viajero puede programar en la isla. Si desea una opción más saludable, puede alquilar una bicicleta o una motocicleta.
• Visitar los viejos cañones en la Isla de Santa Catalina y disfrutar de todas las leyendas de piratas que rodean la isla, es una opción para los menos aventureros.
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