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Costa Rica

El país de los superlativos

Por: Andrés Hurtado García

¿Qué tiene este pequeño país de apenas 51.000 kilómetros cuadrados y cinco millones y medio de habitantes, para que de todos los rincones del planeta lo miren con envidia y vengan a visitarlo? Debería llamarse más bien Costas Ricas porque tiene bellísimas playas en ambos océanos.

La tierra de los ticos acumula superlativos en la lista de los mejores. La tranquilidad se pasea por campos y ciudades con “toda tranquilidad” – aunque suene redundante-. ¿En estas condiciones para qué ejército? Fue abolido en 1948. En el año 2009 fue declarado el país más verde del planeta. Es país campeón del respeto a la libertad de expresión. Es el único país hispanoamericano que figura en la lista de las 22 democracias más antiguas del planeta. Hablando de género, es el país más igualitario de América. En algún momento ocupó el primer puesto en “Planeta feliz”.

País cafetero por excelencia, cuando en 1970 el negocio mundial del grano se vino abajo, Costa Rica decidió “venderse” como paraíso verde y desde entonces se han creado más de 100 Parques Nacionales y decenas de reservas privadas. ¿Qué diferencia a este país de otros de Sudamérica más extensos y con mayor cobertura de bosques, de cordillera y de selvas tropicales húmedas? La diferencia es sencilla: Costa Rica enfocó todos sus esfuerzos para colaborar en la lucha por la supervivencia del verde y de la vida y para que el turismo respetuoso de naturaleza fuera la principal fuente de ingresos para el país. Lo quiso y lo logró.

Y para ello no dudó en prohibir la minería a cielo abierto por los daños a la naturaleza y a las personas que esta actividad conlleva.Otra diferencia a favor de Costa Rica, obviamente, es que en los parques y reservas se ve fauna, mientras en otros países no aparece con tanta facilidad. Para ello Costa Rica prohibió todo tipo de cacería y la ley se cumple. Los turistas viajan a sentir ese contacto cercano con la naturaleza y haber visto fauna es uno de los más excitantes recuerdos que los viajeros se llevan del país.

Mauricio Soler y yo sucumbimos también al reclamo de la belleza. Ya desde la llegada al hotel Sheraton Escazú, de la cadena GHL hoteles, el más moderno  de Costa Rica y que ofrece precios muy razonables habida cuenta de la excelencia de servicios que ofrece, sentimos el cálido recibimiento de los ticos. Denominador común en ciudades, aldeas y campos es la amabilidad de la gente.

Eduard Müller, referente obligado del ambientalismo mundial, nos llevó al volcán Poás. Al país lo recorre una cadena de volcanes varios, los cuales se encuentran casi en el patio de San José, la capital. Uno de ellos es el Poás, a cuya cima se llega en carro. Una preciosa laguna azul llena parte del cráter y las abundantes fumarolas que lo invaden aportan su cuota de tectónica belleza. La agencia de viajes Horizontes, que nos recomendaron como la más moderna y eficiente del país, nos preparó un plan de visitas que funcionó a la perfección.

En el Parque Nacional Manuel Antonio, que visitamos a la hora de la canícula, los micos se resguardan del fuerte sol acostados a la sombra panza abajo sobre las ramas horizontales de los árboles con las patas abiertas a lado y lado. “Repantingados” ¿así se dice? Al pasar nos miraban impasibles. Por las playas del parque, las más visitadas del país, veíamos los simpáticos mapaches jugando detrás de las palmeras. A la Reserva Biológica Tropical vienen investigadores de todo el planeta a estudiar la flora y la fauna del trópico. Allí bajo la hoja de un platanillo, fotografiamos emocionados varios murciélagos blancos, dormiditos. Nos parecieron preciosos ratoncitos albinos y de orejas amarillas. Por los bien señalizados caminos se nos atravesaron puercos salvajes y pavas de copete amarillo y en el suelo húmedo veíamos ranitas de color azul y rojo, del género “Dendrobates”, muy venenosas.

En la reserva Savegre fuimos a una de los más codiciados programas de naturaleza en Costa Rica: ir a mirar un pajarito. Sí, un pájaro. Se trata del quetzal, una de las aves más bellas del planeta. Nos apostamos frente a un árbol en cuya parte alta hay un hueco de entrada redonda. Tuvimos suerte con la hembra que saltaba de rama en rama y así la observamos y fotografiamos durante tres horas. El macho, más bello que la hembra, dotado de una larga cola doble de color verde y azul, se presentó durante esquivos dos minutos, entró al nido y las dos puntas de la cola quedaron fuera mientras alimentaba a las crías.

Inolvidable fue la visita que hicimos al Rancho Margot, donde un apóstol admirable del amor a la naturaleza, Juan Larry Sostheim, ha fundado una granja totalmente autosostenible. Allí se produce todo lo que se necesita para atender incluso a los 110 turistas que la granja- hotel puede albergar. Se producen la electricidad, los combustibles, la calefacción, la comida, la madera para las construcciones; incluso el jabón. Todo es natural, las materias primas y los procesos, que son limpios.Sencillamente admirable. Mauricio y yo quedamos admirados cuando supimos que unos días antes de nuestra visita un tigre había aparecido en los bosques de la granja y mató una vaca, un ternero y un caballo, y Juan Larry estaba más preocupado por la suerte que pudiera correr el felino entre los asustados vecinos, que por la muerte de sus animales. La granja se encuentra en las inmediaciones del volcán Arenal, uno de los más activos del planeta, tan activo como bello.

Fuimos al famoso Caño Negro, una reserva cuyo núcleo principal es el río. Lo navegamos al amanecer absortos en la contemplación de garzas blancas, negras y grises; cormoranes, patos agujas,  martines pescadores y muchas aves de nombres para nosotros desconocidos. Y en las márgenes vimos cómo los cocodrilos se iban acomodando esperando los primeros rayos de sol.

Teníamos que visitar forzosamente el pueblo de Sarchi, cuna de las mundialmente famosas artesanías ticas. Originariamente fueron el adorno de las carretas tiradas por bueyes. Hoy las polícromas y geométricas figuras engalanan también mesas y toda clase de muebles. En el pueblo hay varias fábricas, siendo la de los descendientes de Eloy Alfaro la más conocida. Fueron ellos los que elaboraron la carreta más grande, que se encuentra como monumento en la plaza del pueblo: mide 14 metros de longitud, 4.5 de altura y pesa una tonelada y media. La carreta tica y “el bueyeo” fueron declarados patrimonio intangible de la humanidad por la Unesco el año 2006.

Costa Rica es un paraíso al que siempre se querrá volver. Mac Arthur hubiera repetido su famoso: “ I shall return”, si hubiera conocido Costa Rica.

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