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Dubrovnik, la perla del Adriático

Por: Andrés Hurtado García 

He aquí, incrédulos del mundo entero, como diría Gabriel García Márquez en uno de sus cuentos, la ciudad amurallada más pequeña y bella del mundo. Su nombre es Dubrovnik y se encuentra en Croacia, país que a partir del primero de julio de este año entró a formar parte de la Unión Europea. El pequeño y amurallado enclave acumula todos los apelativos de la belleza: La Perla del Adriático Norte, la Perla de Croacia y la Perla de los Balcanes y ha sido declarada, por supuesto, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Como un ave gigantesca que abre las alas y con ellas arropa a Bosnia-Herzegovina, así se ve en el mapa a Croacia y en el extremo, de una de las alas, se encuentra Dubrovnik.

Arrinconadas contra el mar por los Alpes Dináricos que apenas le permiten un estrecho territorio que sin embargo se alarga por la orilla del mar, en el espacio limitado por los Alpes y el mar que “corren” paralelos, se encuentran Dubrovnik, la amurallada ciudad antigua y extramuros la amplia urbe moderna.

Siempre he pensado que al irse alargando año tras año la lista de las ciudades que la Unesco declara como Patrimonio de la Humanidad, ya es hora de organizarlas por prioridades. Podrían hacerse capítulos por belleza, por antigüedad, por riqueza en monumentos, por la significación representada en determinado momento de la historia de la Humanidad, por ejemplo. En este orden de ideas Dubrovnik ocuparía lugar preferencial en la lista de ciudades amuralladas de excepcional belleza.

Los Balcanes han sido territorio clave en etapas importantes de la historia de la humanidad y vieron nacer a Alejandro Magno, el mayor conquistador de todos los tiempos. Por Croacia pasaron los griegos, los romanos, los bizantinos, los sarracenos, los otomanos, los venecianos, los catalanes, los italianos, los franceses de Napoleón, los austro-húngaros y todos dejaron huella de su paso. Croacia y Dubrovnik son, así, un mosaico de las grandes civilizaciones del oriente medio y de Europa. La última peripecia que sufrieron Croacia y Dubrovnik fue la desmembración de la Yugoslavia de Tito. Así surgieron países como Eslovenia, Croacia, Montenegro y Bosnia-Herzegovina.


Las murallas rodean totalmente la ciudad antigua tanto por tierra como por mar. El Adriático presenta en este extremo norte, del lado de Croacia, su máxima belleza, brillo y limpieza, dado que el país carece prácticamente de industria y su mayor fuente de ingreso es el turismo. No ocurre lo mismo del lado italiano cuyas fábricas contaminan el mar.

El conjunto defensivo de Dubrovnik, formado por murallas, torres y bastiones, tiene una altura promedio de 25 metros y 3 de grosor. La ciudad sufrió tremendos destrozos causados por los bosnios quienes, desde la montaña que arrincona a Dubrovnik contra el mar, la bombardearon inmisericordemente durante varios días en 1991 durante la sangrienta e inhumana guerra que soportaron los Balcanes por motivos étnicos, religiosos y nacionalistas.Con prodigiosa rapidez los habitantes reconstruyeron su ciudad y hoy se ofrece al turista tal como brilló durante siglos, como un cofre lleno de belleza y de tesoros.

El plano de la ciudad es simple y a la vez bello: son sólo tres calles largas, de un kilómetro y medio de longitud como máximo, y decenas de calles perpendiculares. La calle larga central se llama Plaka (nombre griego) o Stradum (del latín). A lado y lado se han construido casas señoriales, iguales, de dos pisos, adornadas con escudos nobiliarios algunas de ellas. Hay dos calles paralelas, una del lado de la montaña y otra del lado del mar. Las calles perpendiculares son estrechas y constituyen la delicia de los turistas por la abundancia de tiendas de artesanías, restaurantes y galerías de arte.


Al cruzar la puerta de la muralla se encuentra el convento de San Francisco con la farmacia más antigua de Europa. Estamos en la Plaka. Una ciudad tan devota que tiene más de 20 iglesias, poseedoras todas de inmensos tesoros en obras de arte y en cálices, ornamentos de oro y plata. Los croatas en su inmensa mayoría son católicos y han defendido a brazo partido su religión, tanto más que debieron soportar la presencia del imperio otomano, cuya religión musulmana era y es beligerante.

Por supuesto, “por supuestísimo”, en Dubrovnik, en la ciudad amurallada, no circulan vehículos; en la ciudad extramuros sí, y en esta parte se encuentran la mayoría de los hoteles. Avanzando por entre las bellas mansiones de la calle Plaka se llega a su extremo donde se levanta la esbelta Torre del Reloj.

En la plaza han erigido una estatua a Rolando, el héroe de la historia de Carlomagno; la longitud del brazo de la estatua 51,2 centímetros, fue tomada durante mucho tiempo como unidad de medida. San Blas es el patrono de la ciudad y su estatua se encuentra por todas partes, incluso en las murallas, y algunas de las imágenes son de oro macizo.

Tuve tiempo para hacer los cuatro recorridos y gozar a cabalidad la ciudad amurallada. El primero es el recorrido de las calles. El segundo, caminar los 1.940 metros de las murallas por un sendero de piedra habilitado, de apenas un metro de anchura. La vuelta es total y desde la altura de las murallas se admira la ciudad, el puerto antiguo y el conjunto maravilloso de los techos. El tercero consiste en subir hasta la montaña que domina todo el paisaje de la ciudad amurallada, la extramuros y el mar. Desde arriba la visión de Dubrovnik, como una cajita de techos y torres, es sencillamente espectacular. Cada año en verano se escenifica Hamlet de Shakespeare en la fortaleza de Lovrijenac, que alejada 100 metros de las murallas, forma parte del conjunto defensivo.

Para terminar la visita a este paraíso del Adriático, nada mejor que hacer el cuarto recorrido consistente en tomar una lancha y admirar la ciudad y sus murallas desde el mar y dar la vuelta a la cercana isla de Lokrum, que perteneció al archiduque Maximiliano quien, cuando marchó a ser coronado emperador de México, la vendió a su primo Rodolfo de Habsburgo ¡Esas cosas de los reyes!

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