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Ver otras fechasCultivos multicolores de papa, maíz y cebolla, circundan las vías que llevan al visitante a deleitarse con pueblos de inmensa riqueza arquitectónica y amabilidad sin igual. No obstante, para el viajero que busca dejar atrás el caos de la ciudad para sumergirse en una experiencia natural y deleitarse con aire limpio, caminos rodeados de verde y un ambiente de confort y sosiego total, espacios como la Hospedería Duruelo, en el municipio de Villa De Leyva, quitan el aliento.
Desayunar en un balcón colonial, con montañas rocosas como telón de fondo y el arrullo del viento emergiendo del Valle de Zaquencipá, definitivamente hacen parte del valor agregado que brinda este “jardín con hotel de ensueño”, que valga la pena decir, acaba de cumplir 40 años de construcción.
Resulta curioso que inicialmente este lugar fue concebido como el Centro de Espiritualidad Carmelitana San Juan dela Cruz. Sería el año 1968. No obstante por suerte para el turismo de Boyacá y, en especial de Villa de Leyva, fue el padre Rafael Eugenio Mejía Maya, quien decidió convertirlo en hospedería con un capital inicial de $70.000. La obra inició el 1 de julio de 1969.
El nombre del hotel es un homenaje a San Juan de la Cruz quien, junto a Santa Teresa de Jesús, fundó la orden de los Carmelitas Descalzos en un pequeño poblado castellano de la península ibérica llamado Duruelo.
40 años después que el arzobispo de Tunja bendijo la primera piedra para la construcción de esta magna obra, no hay que ser experto para darse cuenta que el Duruelo es un lugar fuera de lo común: Su construcción da la impresión de un antiguo convento sin serlo. Una parte está compuesta por balcones y caminos empedrados que llevan a los diferentes niveles de habitaciones, así como a cuidadosos salones decorados con antiquísimas máquinas de fotografía o de escribir. La otra, sin embargo, deja ver espacios modernos que involucran desde una piscina climatizada, hasta un innovador Spa en donde se ofrecen masajes y tratamientos que aseguran hacer del estrés de la ciudad, cosa del pasado.
Realmente como lo dice su slogan, Duruelo es “un jardín con hotel de ensueño”. Rodeado de verdes y florecidas buganvillas por doquier, una insfraestructura colonial emerge con 93 habitaciones y capacidad de alojamiento para 250 personas, sin contar con cinco salones y seis salas para reunión de convenciones o familiares. Claro, no hay que dejar de nombrar sus tres restaurantes: Buganviles, Típico y Bar
Chimenea.
Realmente quien llega, no quiere irse. Semejante paz es indescriptible. Por eso habrá que volver, una y otra vez para ser testigo no sólo de cómo la naturaleza regó el suelo boyacense con todos sus dones, sino de cómo una noche en Duruelo, evoca ese genial recuerdo de los viejos monasterios, por donde pasaban los peregrinos y se hospedaban recibiendo esa singular y espiritual energía de los monjes.
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