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Japón, La máquina del tiempo

Hacer un recorrido por Japón es una experiencia futurista. En este país que estuvo cerrado por siglos al mundo exterior, hoy en día se puede viajar literalmente en el tiempo hacia el futuro o el pasado, desplazándose en sus vertiginosos trenes Sinkansen por casi todo el país. Desde la ultra modernísima Tokio hasta la antigua Kioto en dos horas, por ejemplo, y otro tanto hasta Hiroshima. También se puede ir a ritmo más lento para disfrutar la naturaleza en sus muchos y muy variados entornos de ensueño y serenidad; unos marítimos o isleños, y otros auténticos tesoros para montañistas, como el propio monte Fuji y, mejor aún, los Alpes japoneses que se pueden visitar teniendo como punto de partida la antigua ciudad castillo de Matsumoto.

Opciones básicas para un primer viaje

Las opciones de lugares por visitar en Japón son muchas y puede tomar hasta dos meses verlas con calma. Lo ideal en un primer viaje es visitar unas tres ciudades y las atracciones culturales o parajes naturales cercanos a ellas, en unos veinte días, y en viajes posteriores hacer más turismo ecológico a un ritmo diferente.

Tokio es la principal, seguida de Kioto, la antigua capital llena de tesoros históricos visitables. La tercera bien puede ser Hiroshima y su vecina isla de Najiyima, con alguna parada corta en Kobe, en Osaka, o en cualquier otra. Pero con las excelentes oficinas de atención turística del país, en inglés o, mejor aún, a través de una buena agencia con atención en español desde su país, pueden organizarse hasta doce opciones diferentes de visitas, combinando estas y otras ciudades claves como Nagasaki, muy al sur y, Sapporo, muy al norte.

Tokio en tres o cuatro días

La gran pregunta de partida es qué ver en Tokio, la primera y última parada de casi todos los visitantes, porque siendo tan pequeño el país y los trenes tan rápidos, no vale la pena llegar a una ciudad y salir de otra. Es mejor concentrarse en zonas urbanas para que rinda más, y aunque en tres o cuatro días intensos se pueden hacer las principales visitas, es mejor programarse para una semana. Para quien quiera hacer rendir el tiempo, en un día entero puede visitar Ueno, Asakusa y Kabukicho, tres imperdibles, siguiendo este plan. Cerca de la estación de metro Ueno se encuentra el parque del mismo nombre, muy agradable para caminar viendo los jardines y, sobre todo, los cerezos en flor si es la época. También puede aprovechar para visitar el santuario Toshogu y el infaltable museo Nacional de Tokio. Para quien tenga más tiempo, un día para recorrer el parque Ueno es una buena opción, así como su zoológico y sus otros museos: el Metropolitano de Arte, el de Ciencias, el Real, el de Pintura Occidental. Se puede almorzar en muchos sitios del área, pero especialmente en los mercados callejeros de la zona y en los pequeños restaurantes de comida tradicional, ubicados en los pisos 2,3 y 4 de los edificios cercanos a la estación de trenes rápidos.

Si lo que se quiere son compras y no se tiene afán, vale la pena caminar por las atestadas calles que van en dirección al metro de Okachimachi hasta que oscurezca. A solo media hora desde Ueno, se llega a Asakusa, el templo más antiguo de la ciudad. La calle peatonal, entre una gigantesca linterna roja donde todos se toman una foto y el propio templo, es una galería de tiendas de dulces tradicionales y regalitos para turistas animadísima, que viene además desde la era Edo y es perfecta para una merienda. Allí puede visitar sin pagar el famoso templo, consultar su oráculo y observar a los fieles en la parte exterior rindiendo culto entre humaredas de incienso y piadosas inclinaciones de espalda. Ya al final de la tarde, antes que caiga la noche, lo mejor es tomar un metro a la zona de Shinjuku (estación Tochomae) para visitar el también gratuito Observatorio del Edificio Metropolitano de Tokio y ver la ciudad de día y de noche desde las alturas.

Caminando desde allí se va a Kabukicho, famosa por sus restaurantes, salones de juego y vida nocturna animada. Entre la jungla de luces de neón puede preguntar a cualquier local por el mejor lugar para comer sushi en la zona, y deleitarse con variedades como por ejemplo la de salmón con caviar de la misma especie de pez.

Al día siguiente puede irse - si no le importa madrugar a las 4:00 a.m.- al famoso mercado de frutos de mar y luego gastarse la mañana en la zona de centros comerciales de Shibuya, donde puede visitar también el santuario Meiji. Otra opción es llegar en metro al elegante y caro barrio de Ginza y al más exótico lugar de la moda de Harajuku, famoso por las pintas estrafalarias de los transeúntes. Y si se apura puede ir ese mismo día al centro de la ciudad y ver en esa área la reconstruida estación central de Tokio, el Palacio Imperial y el famoso edificio Marunouchi, de comida y entretenimiento.

Al final de la tarde hay que ir a la llamada Ciudad Eléctrica de Akihabara, para comprar o ver cámaras y todo lo inimaginable en tecnología. Con más días vale la pena visitar otras zonas, especialmente las que tienen bahía como Odaiba, con restaurantes, entretenimiento y museo de la innovación; o Shiodome, con observatorio, paseo en barco y zonas turísticas diseñadas para el verano.

Si el tiempo lo permite, hay que tener en cuenta que alrededor de Tokio se pueden hacer muchos recorridos turísticos: dar un vistazo al monte Fuji o ir a Yokohama y su barrio chino y bahía. Pero sobre todo no se puede perder la visita a los templos únicos en su esplendor de la antigua Nikko, situados en medio de un encantador parque natural, y a Kamakura, otrora señorial capital, con su gigante buda de bronce.

Kioto: la joya de la corona

Kioto es la siguiente parada para quien visita Japón y la más importante. Lo mejor es dedicarle entre cuatro o cinco días, pero el menú básico debe incluir infaltables como el palacio Dorado de Kinkaku-ji y el muy recomendable, por su pintura y jardines, Castillo de Nijo.

Desde aquí no es difícil llegar caminando al museo del Manga: cuatro pisos dedicados a la historia de la popular caricatura japonesa, muy famoso por ser único en el mundo. Son importantes también en la ciudad, el templo Ginkakuji con sus jardines paisajísticos y el Templo Kiyomizudera, por sus espectaculares vistas. Los toures son recomendables para los jardines por lo lejanos que están unos de otros, pero el Palacio Imperial puede visitarse fácilmente tomando el metro.

Imperdible resulta además una visita a los barrios tradicionales de Gion y Pontocho, por donde aun circulan mujeres vestidas tradicionalmente al estilo Geisha; y por su variedad de comida y tiendas, por la incesante animación del lugar y, sobre todo, por la impresionante galería comercial de la más fina vajilla del mundo, situada en la parte superior de la principal calle comercial de Gion.

Retomando el tren rápido desde Kioto es imprescindible visitar además el imponente y relativamente cercano castillo de Himeji, que aparece en todas las películas japonesas de época, y cuyo interior merece ser visto también, ojalá con el guía voluntario, para entender mejor el antiguo orden. También debería sacarse tiempo para ver Nara, con su buda gigante, su inmensa pagoda antigua y sus venados domesticados y libres pidiendo comida a los turistas.

Un relax al final del viaje: Miyajima

Luego de los agites de Tokio y Kioto, lo más aconsejable es dirigirse directamente a Hiroshima, y tomar el ferry a la isla de Miyajima, para pasar allí uno o dos días completos de relajación en un ambiente en el cual la serenidad es la regla. Recomiendo tomar un hotel a la orilla del mar, al lado del santuario de Itsukushima y en frente del Torii, o gran puerta sagrada, que está instalada en medio del agua como un culto a la divinidad del mar que se venera en la isla desde el siglo IV.

La principal actividad en la isla es sentarse en la orilla en las mañanas y en las tardes, cuando se ha ido la avalancha de foto turistas, y ver cómo se va transformando el paisaje marino - y el propio arco - con el transcurrir del cambio de luz solar en ambos momentos. Es una experiencia parecida a ver el atardecer en Machu Picchu o el amanecer en los templos de Bagán, Birmania, pero es única por la magia del paisaje circundante.

Salvo comer en los pocos pero muy buenos restaurantes de la isla o bañarse con parsimonia en los elegantes Onsen (baños típicos japoneses estilo sauna) que hay en los hoteles, lo único que queda por hacer es visita el Monte Misen, a donde se puede llegar en funicular para ver su maravillosa vista de Hiroshima y otras islas, aunque conviene devolverse a pie para observar la exuberante naturaleza.

Hiroshima y Osaka para dejar Japón

Ya con el espíritu reequilibrado, es posible cruzar en ferry a Hiroshima y visitar el Museo Memorial de la Paz en homenaje al gran desastre que cuenta los acontecimientos ocurridos antes, durante y después del 6 de agosto de 1945. Esto solo toma una mañana y aunque hay más lugares de interés en la ciudad y alrededores, si hay poco tiempo es mejor regresar a Tokio en los trenes rápidos, no sin una parada obligada en Kobe para comer su famosa carne y ver cómo se recuperaron del terremoto de 1995. Si el itinerario lo permite, vale la pena una última noche en Osaka para recorrer sus famosas calles peatonales con diversión para todos los gustos.

Japón para todos

Realmente a casi ningún viaje se puede ir sin dinero, pero es un mito que Japón sea un país impagable para un viajero que no le guste derrochar. Es una lástima perderse el lugar del mundo en el que mejor se combina la tradición con la modernidad y tan lleno de lugares interesantes por conocer por pensar erróneamente que es solo un destino para ricos.

Sin necesidad de dormir en camas de hostales en habitaciones compartidas o quedarse encerrado en la capital para no pagar los costosísimos trenes interciudades, y ni siquiera incluso cocinar todos los días pasta barata en las parrillas de albergues colectivos, se puede dar un vistazo de tres o cuatro ciudades japonesas, por el mismo valor que se hace un viaje por Europa o Estados Unidos. Como siempre el costo más alto para llegar al Lejano Oriente es el tiquete aéreo, pero una buena opción es recurrir a sus millas acumuladas de viaje con diferentes aerolíneas y reservar su vuelo con más de un año de anticipación.

Otra fórmula es viajar a países vecinos donde los pasajes internacionales son menores, y luego recurrir a una aerolínea Low Cost a Tokio, que puede conseguirse hasta por 150 dólares el trayecto desde Shangai, por ejemplo (una ida a Leticia).

El segundo gran problema a solucionar es el transporte interno, porque un solo tiquete de tren entre dos ciudades cuesta unos 100 dólares, y quien no prepara el viaje termina pagando una pequeña fortuna solo en movilizarse. Es imprescindible por lo tanto comprar el Japan Rail Pass desde el país de origen o, en un tercer país, donde tenga dirección de correspondencia, para viajar libremente durante 14 días por 400 dólares, usando la gran mayoría de los trenes del país, incluyendo los vertiginosos y muy cómodos Sinkansen. Adicionalmente el JR Pass puede ser utilizado sin costo adicional para algunos ferrys y buses y hasta para ciertas líneas de tren subterráneo en Tokio, ahorrando así más dinero.

A la hora de dormir, hay que tener en cuenta que el espacio es lo que más cuesta en Japón. Es posible encontrar habitaciones individuales con baño privado en casi todas las ciudades por un precio de 60 dólares en lugares céntricos y hoteles modestos, diseñados en Japón en un comienzo para trabajadores de empresas que se desplazan de una ciudad a otra por una o dos noches, pero que terminan sirviendo también para turistas que no requieren de lujos, pero tampoco se sienten en la edad de meterse en una habitación con 20 camas e igual número de desconocidos. Tienen cama y baño, Wifi, cocina colectiva e incluso lavadora y secadora de ropa. En Kioto e Hiroshima los hay de ese precio, aunque ahí sí al estilo japonés, o sea sin muebles, con un simple colchón de bambú y un delgado edredón, y siempre, siempre, con un servicio de té y televisión.

En cuanto a la comida tampoco hay que encerrarse en el cuarto del hotel a comer sanduchitos con productos baratos del supermercado para sobrevivir con un presupuesto medido. Además de las comidas rápidas y baratas de estilo occidental que hay por todas partes a un precio igual al de cualquier food court (Plazoleta de comidas) de Estados Unidos o de Colombia, las hay típicas japonesas y hasta más baratas. Y por lo que se paga en Bogotá en un restaurante medio famoso, se puede comer la exótica comida japonesa en pequeños restaurantes ubicados en los pisos superiores de los edificios.

Para conocer sin pagar un peso, es importante saber que en Tokio el ingreso al Mirador y al Antiguo templo, no tiene costo. Tampoco cobran por ir al famoso mercado del pescado Tsukiji, ni por caminar por el parque Ueno (y hay días de museos gratis), o por la Ciudad Eléctrica de Akihabara, entre otros lugares.

Textos por: David Roll

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