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Ver otras fechasAruba es mucho más que playa y deportes acuáticos. Ofrece un paisaje árido en donde divi divis sobreviven milagrosamente en un suelo ignorado por la lluvia. Iguanas, cabras, dunas y playas solitarias entre acantilados coralinos complementan esa zona desconocida por muchos. Ajusten sus cinturones para una travesía cargada de adrenalina por el noreste de la llamada Isla Feliz.
"Ayer fue historia. Mañana es un misterio. Hoy tenemos un regalo de Dios. La oportunidad de disfrutar una aventura emocionante, cargada de adrenalina, de historia y cultura”.
El anuncio – primero en inglés y luego en español- lo hizo Ivo. Un arubiano que por cuenta de una apariencia física muy lejos de parecerse a la de sus compatriotas holandeses, admite que de niño sufrió pesadillas con la imagen de esos hombres altos, rubios y blanquitos que en 1636, luego de que “les dieran una patada en el trasero a los españoles” que habían desembarcado en 1499 a esta isla a la que declararon “inútil” y habitada por indios Caquetíos, retomaran su control durante casi dos siglos.
De estatura mediana, contextura gruesa y tez blanca, este hombre que por su alto timbre de voz dice “debería ser político”, viste a diario al estilo boy scout: Pantalón y camisa beige, así como una gorra de lana del mismo color. Es que a pesar del cielo sin nubes que casi siempre cobija a Aruba y de una temperatura promedio de 28 grados, Ivo sabe bien que no hay que buscarle males al cuerpo. “Usted sabe que acá hay mucho problema de cáncer de piel señora, entonces aunque siento un calor infernal, me toca vivir tapado”. Cómo no hacerlo si desde hace 16 años su trabajo como guía turístico de la principal empresa de receptivos en Aruba, De Palm Tours, lo obliga a recibir la luz del astro rey como condición para abanderar safaris como los de hoy.
Para fortuna de los no-bilingües, además de Papiamento – el idioma oficial de la isla-, holandés e inglés, Ivo habla español con un extraño acento ruso, sin que ello sea consecuencia del nombre oriundo de esa nacionalidad con el cual su padre lo bautizó, según cuenta, para hacerle honor a un cantante venezolano.
Son las 2:00 p.m. En este safari no hay elefantes, ni leones. Aunque salvajes, los vehículos que nos transportan son Land Rover amarillos, similares a los utilizados por el ejército estadounidense en incursiones como Tormenta del Desierto Viajes en Irak. “¡Están listos! ¡Aruba arriba! ¡Yijaaaa!”.
Mantener el equilibrio por los terrenos agrestes de la zona noroeste de Aruba, en donde sólo hay formaciones rocosas, desierto, cactus gigantes y cabras adornando el árido paisaje, es casi una utopía para quienes van a bordo. Pero salir expulsado por los aires es imposible no sólo a cinturones individuales de seguridad. También a la experiencia de conductores como Ivo, quien encabeza esta caravana en la cual chinos, españoles, guatemaltecos, estadounidenses, mexicanos, brasileros y colombianos, más que asustados, van con la adrenalina a punto.
Un daño intempestivo en los megáfonos del vehículo - aunque con el timbre de voz de Ivo nunca entendí para qué se requería ayuda extra- nos lleva a una parada no prevista en el itinerario: Las formaciones rocosas de Casibari, con sus colinas inusuales y formaciones rocosas gigantescas. Precisamente un lugar que a Ivo atrae por la nostalgia de una niñez que transcurrió en medio de casas construidas con restos de barriles de madera. Los cactus, que llegan a medir la altura de un hombre, dominan el paisaje. Arriba, un mirador adaptado en madera permite divisar la llamada Isla Feliz en toda su dimensión. A un lado, en el Suroeste, playas de blanquísima arena, un mar turquesa y hoteles de lujo de reconocidas 65 cadenas a nivel mundial. Del otro, un árido desierto en que las copas de los Divi Divis crecen sobre tierra rojiza y siempre, pero siempre, peinados por una caprichosa brisa que nunca cambia de dirección. “Por eso aquí nadie se pierde, porque estos árboles apuntan hacia los casinos” dice Ivo soltando una carcajada antes de repetir su frase bandera en este safari: “ ¡Están listos! ¡Aruba Arriba! ¡ Yijaaa!”
Son las 3:00 p.m. Ya no hay rastros del paisaje que caracteriza a las dos principales zonas hoteleras de la isla, Eagle y Palm Beach. Hasta allí habían acudido, horas antes, los vehículos 4x4 para recoger, con una puntualidad que abruma, a los turistas que habían decidido sacrificar un bucólico día de playa, de visita a restaurantes de comida internacional, de compras en almacenes de reconocidas marcas de ropa. Ya no son perceptibles tampoco las casitas color pastel que caracterizan a la capital, Oranjestad, mucho menos los carros último modelo equipados con aire acondicionado que a diario transitan sin afán en Aruba. Sólo hay cabras, uno que otro heroico turista a lomo de caballo y, otros, en paseos en cuatrimotos.
“Aquí comienza la verdadera aventura”, dice Ivo en su enredado español, reiterando que “aunque el camino parezca peligroso y rudo”, no hay que tener miedo. “Nos vamos a mover al estilo Shakira, Shakira, así que ¿preparados? ¡Aruba Arriba! ¡Yijaaa!”, dice antes de hundir el acelerador hasta el fondo. Pero si la belleza de un lugar es inversamente proporcional a la rudeza del camino para llegar a él, entonces la piscina natural en Aruba es el referente ideal. Cura di Tortuga o Conchi, también se le llama a este oasis en medio del desierto.
Minutos antes de ingresar a sus tibias aguas, los jeep se habían estacionado para permitir el descenso a pie de su tripulación, por una rocosa y empinada montaña. Desde arriba el paisaje parece alucinación: un mar con diferentes gamas de azul contrastan con acantilados amarillos y tierra naranja. Una recompensa al zarandeo que aún no acaba Son las 3:30 p.m. A esta hora el calor sofoca. Por eso una vez abajo, calzados con zapatos de agua dispuestos por la empresa de receptivos, el objetivo sin importar la nacionalidad, es común: Ingresar al agua. Pequeña pero cristalina y con una temperatura perfecta. Y aunque careta y esnórquel son parte de los implementos suministrados para esta parte de la aventura, es tal la transparencia del agua que los peces que se cuelan entre las rocas de un mar que a esta hora rompe contra los acantilados, se ven a escasos centímetros de profundidad. Y como todo lo que sube tiene que bajar, veinte minutos más tarde las palabras de Ivo retumban a manera de eco: “¡Están listos! ¡Aruba Arriba! ¡Yijaaaa!”
Aruba es la más pequeña de las islas ABC (Bonaire y Curacao completan el trio) en la región anteriormente conocida como las Antillas Nerlandesas. Desde 1986 se convirtió en una entidad independiente bajo el Reino de los Países Bajos, aunque el Gobierno holandés sigue siendo responsable de la defensa y de las relaciones exteriores.
En estos 193 kilómetros cuadrados tienen presencia complejos hoteleros de lujo como Radisson y Riu, restaurantes gourmet, casinos y hasta franquicias de productos colombianos como café y esmeraldas. Y tiene tantas posibilidades de diversión que una sola empresa especializada en turismo, De Palm Tours, ofrece 75 planes distintos para hacer en esta isla que se puede recorrer completa en tres horas a bordo de un carro. Así que no es un destino para quienes creen que el secreto de unas vacaciones perfectas consiste en aislarse y renunciar a las comodidades de la civilización.
Pero también tiene un valor agregado irrepetible: caminar descalzo en sus playas sin temor a quemarse ¿Cómo logran semejante privilegio? Es que lo que yace bajo los pies en cada playa, no es arena, es coral triturada por las olas que golpetean contra los acantilados. Sí, Aruba es una isla volcánica, pero también coralina.
Cubiertos de polvo hasta el último pelo, llegamos hasta el puente natural de Aruba. Bueno, lo que queda de él ya que en 2005, tras ser debilitado por el oleaje causado por el huracán Iván, su colapso fue inminente. El actual, algo más pequeño – el hijo- y junto a los restos de otro – la madre-, resulta igual de sorprendente. La pasarela de piedra amarilla contrastanda por el agua que pasa por debajo de ella, son a esta hora epicentro de las cámaras fotográficas.
Son las 5:30 de la tarde. El color del atardecer se torna casi idéntico al de la árida tierra. Los naranja del cielo se confunden en el horizonte mientras el cansancio ya ha reducido el cruce de palabras entre quienes vamos a bordo del monstruo amarillo. A lado y lado de la cinta costera, llaman la atención los montículos de piedras que turistas se han encargado de popularizar para pedir deseos. “No crean que eso hace parte de nuestra cultura”, aclara Ivo, antes de añadir la pregunta ¿ustedes han escuchado el dicho que el mono hace lo que ve hacer a otro mono... pues bueno, de eso se trata”.
Para este momento llegamos a nuestra última parada. La Capilla Altavista, construida en el mismo sitio que la primera iglesia católica levantada en 1750 por el misionero Domingo Antonio Silvestre. De color amarillo claro, llama la atención que se accede a ella por un camino delineado de cruces que representan las estaciones del Via Crucis para los católicos. Una ruta tomada hace tres siglos por los arubianos que tenían que llegar a pie a este lugar para rezar el rosario. No en vano la llaman la capilla del peregrino.
El paisaje es agreste. Acá el sonido del viento es fuerte, parece que gritara. Pero para fortuna de nosotros el tono de voz de Ivo lo supera. Sin dejar de sonreír, se despide sin antes sugerir una propina para los conductores y agrega - “si les gustó el tour, los esperamos el próximo año y si no, ¡vayan y beban hasta perder el sentido, para olvidarlo!”. Son las 6:00 de la tarde y con un telón de fondo que parece de postal, el holandés que no lo parece promete que el próximo safari no estará tan sacudido porque jura, “¡será en helicóptero y tendrá cerveza incluida!”
Antes de retornar a la zona hotelera, una mirada rápida al Faro de California y a una de las playas más hermosas de la isla: Arashi... Prístina, relajada, soleada y absolutamente majestuosa... Hay que reconocer finalmente que la naturaleza regó este suelo con todos sus dones y que solo queda disfrutarlos, así haya que exponerse a un dolor de espalda.
Para información: Palma Tours
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