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La majestuosidad del mundo Maya

Por: Andrés Hurtado García

Algún día en la vida tendría que saldar esta deuda con la historia, la raza y la cultura: rendirme ante el poderío de la civilización maya. Ya mis pies, graduados en caminos, habían recorrido incansables, por selvas y montañas del Perú, las ciudades y fortalezas de los incas y en Méjico los grandes monumentos de los aztecas. Y el día llegó: cargué  aterricé en Mérida, capital del estado mejicano de Yucatán. Los mayas extendieron durante 2.000 años su imperio por cinco estados de Méjico y por cuatro países de América Central: Guatemala, Belice, Honduras y el Salvador.

Los historiadores comparan a los aztecas con los romanos, por su carácter bélico y a los mayas con los griegos por sus aportes a la cultura y a la astronomía. Como los grandes pueblos de la tierra los mayas estamparon su firma en la literatura universal con magnas obras como el Popol Vuh y el Chilam Balam. Definitivamente conquistados por los españoles en 1697, la cultura maya se niega a morir; todavía sus descendientes hablan 44 dialectos surgidos durante el imperio.

Me dirigí primero a la universalmente célebre ciudadela de Chichén Itzá, cuya pirámide llamada El Castillo y levantada en honor del dios Kukulkán, versión maya de la Serpiente Emplumada, es una de las modernas siete maravillas de la Humanidad. La pirámide tiene cuatro lados, de 55 metros de largo cada uno y 25 de altura. En total son 365 escalones, 91 por cada lado y uno más en la cima rematada por un templo rectangular. Este monumento, por su perfección y significado, hace las veces, entre los mayas, del Partenón entre los griegos. Forman parte del conjunto el Templo de los Guerreros, el Juego de la Pelota y el Templo de las 1.000 columnas.

El suelo de Yucatán es calcáreo y la ausencia de ríos es total. Hay innumerables lagunas subterráneas llamadas cenotes. De ellos se extrae todavía el agua. El Gran Cenote de Chichén Itzá mide 60 metros de diámetro y 15 de profundidad y a él arrojaban los mayas a niños, mujeres y objetos de oro, como ofrendas rituales.

Visité allí cerca tres cenotes igualmente sagrados. Para ello monté en los trucks, que son carros que se desplazan sobre rieles y son tirados por caballos. Esas vías férreas fueron el medio de transporte utilizado en las haciendas henequeneras (cabuya) que fueron la riqueza de Yucatán hasta que apareció el nylon. Las haciendas ya no existen pero quedaron los rieles.

Todas las ciudades mayas que visité se encuentran en los estados de Yucatán y Quintana Roo. Mayapán fue sede de la llamada Liga de Mayapán, que reunía caciques de Uxmal y Chichén Itzá. Se encuentra, como todas, en medio de la selva. Desde la cima de la pirámide se goza del espectáculo de la ciudad con sus calles, templos, lugares de sacrificio y de habitación. La pirámide tiene 9 cuerpos y 15 metros de altura.

La siguiente ciudad fue Elk Balam, palabra que significa jaguar negro y abarca 12 kilómetros cuadrados. El inmenso conjunto tiene dos murallas y 45 estructuras entre las cuales sobresalen el Centro Ceremonial, el Palacio Oval, el juego de la pelota, la Acrópolis, las Pirámides Gemelas y el arco de entrada.

Embelesado subía las pirámides cuyo acceso es permitido y me perdía entre las construcciones de piedra admirando, pensando e imaginando. El interés y veneración por las grandes civilizaciones del pasado es crucial en mi vida. En este banquete de ciudades y monumentos visité enseguida Coba, cuya pirámide, de 45 metros, llamada Nohoch Mul, es la más alta de Yucatán.

Le siguen en altura la de Uxmal con 35 metros y el Castillo de Chichén Itzá con 33. Cerca se encuentra la laguna sagrada de Coba, un milagro de agua superficial en este país calcáreo. Los visitantes utilizamos bicicletas o bicitaxis para llegar a la ciudad. El primer monumento que aparece es el Templo de las Iglesias, luego el juego de la pelota y entonces surge la maravilla del Nohoch Mul. Son 124 escalones que subí ávidamente. Al lado mío  muchos turistas subían y bajaban sentados y se detenían a resollar. Nos escenificaron el juego de la pelota, ritual para los mayas. Nativos, descendientes de ellos, divididos en dos equipos debían meter la bola por un aro de piedra colocado a respetable altura, sin utilizar las manos, ni los pies, solo con los muslos. Un verdadero alarde de tino y técnica.

Los arqueólogos distinguen tres períodos en la historia maya: el preclásico, hacia el año 1000 antes de Cristo, el clásico que llega hasta el año 987 d.C. y el posclásico hasta 1697. Los dioses principales del gran panteón maya fueron: Hunab Ku, el dios creador; Itzamná, dios de los cielos, de la noche y del día; Kukulkán, dios del viento; Chaac, dios de la lluvia , al que se ofrecían sacrificios humanos y Kakupatak, dios de la guerra. El mundo maya estaba compuesto por 13 cielos.

Mi siguiente visita fue a la espectacular pirámide y ciudadela de Uxmal que pertenece al período clásico. Se los considera como uno de los más importantes yacimientos mayas junto con la pirámide de Tikal y Chichén Itzá. Se encuentra a 62 kilómetros de Mérida. La Pirámide del Adivino tiene 5 niveles, y el llamado Palacio del Gobernador ocupa un área de 1.200 metros cuadrados. Dice la leyenda que un enano nacido de un huevo construyó la pirámide en una sola noche. Fue restaurada en 1950. Como anécdota curiosa, que todos los guías recuerdan, se cuenta que cuando el 27 de enero de 1975 la reina Isabel II de Inglaterra visitó la ciudadela, se desgajó un impresionante aguacero en pleno verano.

Los monumentos principales de la ciudadela son: La Plataforma de los Jaguares, el Cuadrángulo de las Monjas, la Pirámide del Adivino, la Casa de las Tortugas y el infaltable Juego de la Pelota.

Culmino mi periplo por las pirámides mayas de Yucatán y Quintana Roo con la espléndida ciudadela de Tulum, ubicada en un acantilado a orilla del mar. La ubicación de la fortaleza y ciudad maya atrae a muchos turistas de la renombrada Riviera Maya. Fue una ciudad amurallada y todavía se observan en pie, en muy buen nivel de conservación las fortificaciones. Su primitivo nombre fue Zama que significa amanecer.

La construcción se ubica en el período posclásico, entre los años 1200 y 1400 de nuestra era. El monumento principal, llamado El Castillo, levantado al borde del acantilado, servía a los marineros como faro; frente a él debían torcer el rumbo para no estrellarse en la barrera de coral.

Me impactó sobremanera el llamado Templo de los Frescos. Sus cuatro columnas frontales y sus capiteles me traían vagamente a la memoria un templo griego. El lugar estaba destinado al culto del Dios Descendente. Tulum fue la última ciudad que los mayas abandonaron y se cree que fue por las enfermedades que trajeron los españoles, desconocidas en el Nuevo Mundo.Hasta principios del siglo pasado, 1901, subsistió el mundo maya como organización administrativa. En ese año Porfirio Díaz tomó la ciudad de Chan Santa Cruz, capital del estado maya. Este hecho desencadenó la llamada Guerra de las Castas.

Como remate de mi visita el guía me llevó a que conociera auténticos indios mayas. Me dijo que se dejaban visitar y fotografiar pero que les lleváramos, a cambio, algo de comida. Era una familia compuesta por la mamá, un muchacho de unos 20 años y dos niños. Viven en pobreza extrema. casucha está construida con plásticos y cartones y la puerta es tan baja que es preciso agacharse para entrar. Dentro todo es miseria. Verlos y pensar que son descendientes puros de los mayas daba tristeza y hacía pensar en las terribles ironías de la vida. No hablaban castellano, sino un dialecto maya. Al salir de su morada me dije que una cosa es la historia boyante del pasado y otra la realidad del presente para muchos habitantes de la tierra, descendientes de poderosos y publicitados imperios. 

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