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Ver otras fechasDe cómo una ciudad que ha sido sometida a incendios, terremotos, saqueos de piratas, golpes de Estado y hasta invasiones militares, se ha reinventado para ofrecer a los visitantes mucho más que compras.
Pocos recuerdan las garitas. Nada queda ya de los pelotones de soldados trotando mientras coreaban frases en inglés. El nuevo uso que se le ha dado a las otrora bases militares en Panamá, dejó atrás una realidad que fue el diario vivir de varias generaciones, y que hoy es una novedad para quienes visitan el país.
Ya no queda ninguna armada militar en el país. Las bases norteamericanas - que fueron construidas a comienzos del siglo XX para garantizar la seguridad de la recién creada Zona del Canal - se mantuvieron vigentes hasta la firma del tratado Torrijos - Carter que estableció revertir dichos territorios a la ciudad. Un total de 80 mil hectáreas.
Hoy la Zona del Canal y de extintas bases militares muestra otra cara. Las dos bases que protegían el lado pacífico del Canal, (Fuerte Amador y Fuerte Grant) se han utilizado prácticamente en su totalidad con fines turísticos: restaurantes, un puerto de cruceros, comercios, instalaciones científicas, un centro de convenciones y hasta El Biomuseo, diseñado por el arquitecto canadiense Frank Gehry, hacen parte hoy de la considerada zona rosa de los panameños… La Calzada de Amador, una vía artificial que une las islas de Naos, Flamenco y Pericos.
Todo sucede a la luz de restaurantes que ofrecen desde Fu Fu, la sopa de leche de coco que es comida típica, hasta platos de diseño con tantos colores como las discotecas que aquí tienen nombres portuarios como El Ancla o Bucanero. En el Atlántico también hubo cambios. Luego de la reversión, parte de las instalaciones de El Fuerte Gulick, donde estuvo establecida la Escuela de las Américas, de inteligencia militar, se convirtieron en el hotel Meliá Panamá Canal.
Mientras el bus transita por la vía que conduce hacia las esclusas de Miraflores, por la ventana se puede ver Clayton, la última base militar en ser entregada por Estados Unidos a la entonces Presidenta, Mireya Moscoso. Aquí los soldados fueron cambiados por estudiantes, científicos y académicos de alto nivel que hoy hacen parte de la llamada Ciudad del Saber. Aquí están asentados importantes centros académicos, de investigación y numerosas oficinas regionales de organismos internacionales y nacionales como la Corte Suprema de Justicia, el Ministerio de Salud, el Hospital Oncológico y hasta el sindicato de periodistas.
Sin enfrentamientos militares ni combates, los panameños no solo recuperaron la Zona del Canal. También lo hicieron con el Canal de Panamá, que estuvo en manos de los Estados Unidos hasta las 11:59 a.m. del 31 de diciembre de 1999.
Fue inaugurado hace 100 años. Exactamente el 15 de agosto de 1914 con el paso del vapor Ancón. Desde el cuarto piso del Centro de Visitantes de Miraflores, al cual se accede tras pagar 15 dólares, las leyes físicas resultan inexplicables y se transforman en espectáculo. ¿Cómo un buque tan alto como un edificio de ocho pisos puede atravesar un país completo por una angosta brecha de agua conocida como “Corte culebra”? La curiosidad pica. Unos minutos en el museo que hay en el lugar y una experiencia en el simulador, permiten entender un poco más la historia que encierra este lugar en donde pasan en promedio 35 barcos por día, los cuales pagan por derecho de paso o peaje de acuerdo a su calado, un promedio de 100.000 dólares. (Durante los últimos años el canal ha aportado en promedio mil millones de dólares anuales al Estado).
Hoy, aunque las actividades de transporte comercial a través del Canal representan entre el 4% y el 5% del comercio marítimo mundial, esta maravilla mundial se sigue reinventando. Desde el 3 de septiembre de 2007 se iniciaron los trabajos para ampliar el Canal. Un tercer juego de esclusas consistente en dos nuevos complejos, uno para el Atlántico y otro para el Pacífico, permitirá el paso de buques más grandes como los colosos Postpanamax. Para ello las nuevas esclusas serán 40% más largas y 66% más anchas que las actuales, equivalentes a cuatro canchas de fútbol.
Esta ciudad es global. De hecho nació global muchísimo antes de la globalización. Debido a la estrechez del istmo y su privilegiada posición entre dos océanos, se convirtió desde tiempos precolombinos en punto de encuentro de todo tipo de comercios, así como el lugar por excelencia del tránsito y el movimiento.
Primero sirvió a Pizarro y a Almagro para llegar hasta el oro Inca; después al pirata Henry Morgan, quien se lo llevó todo y, mucho más tarde, a los aventureros que iban tras el oro de California.
Pero Panamá es mucho más que Canal, que un centro financiero internacional o una Zona Franca. La ciudad es ante todo, una muestra viviente de lo que significa reinventarse. Emerger de las cenizas y levantarse.
La primera vez que lo hizo fue en 1673, luego que el pirata Henry Morgan la dejó prácticamente pulverizada. La ciudad estaba defendida por 500 hombres a caballo y 2.000 a pie, al mando del gobernador Don Juan Pérez de Guzmán. Las tropas estaban formadas por esclavos y milicianos mal entrenados. Los toros bravos preparados para ayudar en la defensa no resultaron efectivos. El desafortunado ataque frontal de los españoles fue disuelto en dos cargas de mosquetes. En su desespero, fue el propio gobernador quien incendió la ciudad haciendo explotar un polvorín. Los asaltantes acamparon 28 días torturando civiles para encontrar riquezas escondidas. Cuando decidieron marcharse, Panamá quedó reducida a cenizas y hubo que edificarla totalmente de nuevo dos años más tarde.
Hoy se puede recorrer lo que queda, aunque no es mucho. El Puente del Matadero, el Fuerte de la Natividad, la Iglesia y Convento de la Merced, la Iglesia y Convento de San Francisco, el Hospital de San Juan de Dios, el convento de las Monjas de la Concepción, la Iglesia y convento de la Compañía de Jesús, la Plaza Mayor, la Casa Alarcón, el Convento de Santo Domingo, las Casas Reales, las casas de los Genoveses, Iglesia y Convento de San José, el Cabildo y el Puente del Rey… ruinas incluidas por la Unesco en la lista de Patrimonio Mundial.
El Casco Antiguo es el nombre que recibió el lugar a donde fue trasladada y fundada por segunda vez, en 1673, la ciudad de Panamá.
El lugar concentra en pocas cuadras las casas de madera multifamiliares que antiguamente ocuparon los obreros que cavaron el Canal y en donde aún viven muchas personas, pese a que las viviendas parecieran estar solo sostenidas por una infinidad de manos de pintura verde esmeralda, naranja y amarillo encendido.
Conectando el Casco Antiguo con un sinnúmero de establecimientos comerciales, está la Avenida B, un lugar en donde se puede conseguir prácticamente de todo, a precios más favorables que en cualquier otro lugar. Ambos lados de la calle se desbordan en mercancía, ¡y cómo no! si esta zona de la ciudad se constituyó con el esfuerzo de familias de migrantes judíos, chinos, coreanos y árabes que llegaron a Panamá en busca de nuevas oportunidades.
Pese a estar rodeado de barrios “sensibles” como El Chorrillo, - el más afectado por los bombardeos presentados el 20 de diciembre de 1989, cuando Estados Unidos intervino para capturar al General Manuel Antonio Noriega, Comandante en Jefe de las Fuerzas de Defensa de la República de Panamá-, caminar por las calles del Casco Viejo Panamá Casco Antiguo permite percibir una extraña mezcla de arquitectura francesa, española, caribeña y hasta de Art Deco “Si tiene balcones largos, es arquitectura española y si son cortos, es francesa”. Un consejo bastante apropiado por parte de la guía antes de iniciar el recorrido desde el denominado Baluarte Mano de Tigre, el cual formaba parte de la antigua muralla que defendía a la ciudad, hacia la plaza de Francia.
El barrio - también llamado San Felipe - se articula en torno a dos grandes plazas: Bolívar y la de la Catedral. La de aires libertadores reúne a su alrededor algunos de los principales monumentos de la parte antigua de Panamá, como la iglesia de San Francisco de Asís, el Teatro Nacional y el palacio Bolívar, compuesto por tres pabellones de arquitectura ecléctica y sede del Ministerio de Relaciones Exteriores. En la plaza de la Catedral destaca, como es obvio, la Catedral Metropolitana. No es la más bonita. Su fachada principal es de piedra labrada con dos torres laterales que alojan las campanas trasladadas de la catedral de Panamá La Vieja destruida en 1671 por Morgan.
A unos cuantos pasos se encuentra el museo del Canal Interoceánico, el cual funciona en el edificio afrancesado del otrora Gran Hotel, erigido entre 1874 y 1875. En su tiempo fue la construcción más costosa y tecnológica más avanzada de la ciudad. En 1996 la Presidencia de la República y la Alcaldía de Panamá promovieron convertirlo en museo.
La Plaza de Francia, donde originariamente existió la plaza de armas del cuartel de la Punta de Chiriquí, queda para el final de trayecto. Aquí hay un texto donde se rinde homenaje a los veintidós mil obreros que murieron trabajando, cuando Francia se empeñó en abrir el Canal de Panamá, antes de resolver el problema de la fiebre amarilla.
Tiene forma de herradura con barandas que dan al mar, y allí suelen reunirse mujeres de la cultura Kuna (o dule) para vender molas (bordados en tela teñida) con motivos geométricos, flores y tucanes. Bajo la plataforma de cemento están Las Bóvedas, un reducto que fue el cuartel principal de la ciudad, donde españoles y colombianos encarcelaron a sus prisioneros cuando invadieron Panamá, y que ahora sirve de restaurante y bar de jazz.
Pero Panamá se sigue reinventando. En el 2000 el gobierno creó la Oficina para la Restauración y Puesta en Valor del Conjunto Monumental Histórico del Casco Antiguo de la Ciudad de Panamá (OCA), para la reestructuración de este sitio histórico, declarado patrimonio de la humanidad en 1997 por la Unesco.
El deterioro propio de sus edificios de la época colonial, afectados por la falta de mantenimiento, está quedando en el pasado, desplazado por un fuerte interés empresarial en el área que impulsa las restauraciones. Ya se observan restaurantes y bares que invitan a nacionales y extranjeros a tomarse un tiempo de esparcimiento a precio de turista, además de la venta de las propiedades, apartamentos y estudios, cuyo valor por metro cuadrado se estima hoy en unos 3.000 dólares.
Que la ciudad estuviera estrangulada hacia el sur por el mar Pacífico y hacia el norte por la Zona del Canal, no fue impedimento para que siguiera creciendo. Y lo hizo hacia un costado, pero de manera vertical.
En la ciudad moderna, a la cual se ingresa por una Cinta Costera que en algo alivia el tráfico, la actividad es intensa. Abundan los hoteles de lujo y de cadenas mundiales como el Hard Rock Panamá Megapolis o el Radisson Decapolis; rascacielos y grandes desarrollos inmobiliarios. Hay nuevos centros comerciales como Multicentro. Turistas y ejecutivos entran y salen permanentemente.
El día está nubado. No ha parado de llover. Sin embargo es imposible no divisar el F&F Tower, al cual la mayoría se refiere como el edificio Tornillo. Una torre contorsionada de vidrios verdes y de 242 metros, ubicada en pleno centro del distrito financiero.
Pero en este lado de la ciudad casi toda la construcción es residencial. El auge se concentra en Punta Pacífica, la avenida Balboa (ahora Cinta Costera) y Costa del Este. De hecho el sector de la construcción ha tenido un incremento promedio de 21, 80%, y solo en 2013 registró un aumento del 10,11%. De manera paralela, la ocupación hotelera supera el 64% por la expansión y construcción de nuevos hoteles en la capital y en el interior del país, con inversiones por 450 millones de dólares.
Y vuelve y juega. Es su posición geográfica la que se constituye en su principal ventaja competitiva. Y nadie se la quiere perder. De hecho el aeropuerto internacional de Tocumen, el más importante del país, es uno de los mejor conectados del mundo, y está en construcción una terminal aérea en Río Hato, en la central provincia de Coclé, para servicio de aerolíneas nacionales y extranjeras. También existe el aeropuerto Internacional Panamá Pacífico, ubicado en la antigua base militar de Howard, en donde salen y entran las aeronaves de la aerolínea VivaColombia, que este año estrenó la ruta desde Bogotá y Medellín hacia ese país. Se estima que un promedio de un millón de visitantes llegan anualmente a la ciudad de Panamá quizá para experimentar aquella musa de inspiración que le permitió a Rubén Blades escribir el estribillo de su canción más famosa: “La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida ¡Ay Dios!”
Por: Sandra Aguilera
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