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Ver otras fechasLa Ciudad Roja es un destino de sensaciones. Los colores, sonidos y olores son parte de su encanto. Basta con sumergirse en su ambiente… recorriendo la plaza Jemaa El Fna, regateando en sus zocos o paseando por el jardín que tanto gustaba a Yves Saint Laurent. También saboreando tajine y Cuscús y, por supuesto, sucumbiendo a un relajante masaje.
La primera parada imperdible en la ciudad es la Plaza Jemaa el Fna. El lugar es un espectáculo en sí cuando el sol cae y decenas de personas montan sus puestos mientras los turistas se mezclan con músicos, limpiadores de zapatos, tatuadores de henna, bailarines, vendedores de aceite de Argán, encantadores de serpientes, adiestradores de monos… hay que estar allí para sentirlo. Es aquí donde habrá que probar un jugo de naranja natural, de lo mejor del mundo.
La Medina - la más grande del Magreb y considerada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco-, es la siguiente parada. Encierra entre sus muros escenas cotidianas de otro mundo con suntuosos locales para comer, dormir o pasar un buen rato. No hay que tener miedo a perderse entre sus calles o, más bien, hay que ir con esa idea. Cuando sea imposible encontrar el camino de regreso, es mejor acudir a los locales que, a cambio de unas monedas, te guiarán hacia el camino a la plaza.
Es entre las calles de la Medina, donde podrás disfrutar de un paseo por los Zocos. Prácticamente no hay nada que se te ocurra que no puedas encontrar allí. Eso sí, hazlo sin previas limitaciones de tiempo, pues este paseo seguramente te llevará algunas horas para recorrer sus distintas zonas y, sobre todo, para regatear.
Para finalizar el paseo, nada mejor que relajarte en Les Bains De Marrakech, un local escondido al sur de la Medina. Aquí te enamorarás de la exfoliación del jabón negro o de un masaje sincronizado a cuatro manos.
En la Medina de Marrakech se encuentran varios monumentos que vale la pena visitar y, además, siempre queda espacio para hacer algunas compras extras. La visita obligada es la madraza de Ben Youssef, un espectacular ejemplo de arquitectura árabe. Aunque las mezquitas no pueden visitarse sí es posible acercarse a verlas llenas durante la hora del rezo. La más espectacular es la Koutoubia, justo a la entrada de la Medina. Varias veces al día el muecín llama a la oración. Ni el Minarete ni la Mezquita pueden visitarse y uno debe contentarse con contemplarlos desde el exterior.
Paradójicamente, en medio del desierto, la ciudad está llena de jardines. A dos kilómetros de la mezquita de la Koutoubia se encuentra el jardín de La Menara formado por un estanque, el pabellón de La Menara construido en 1870 y cientos de olivos centenarios. ¡Un sitio ideal para pasar la tarde!
Pero si quieres conocer un sitio excepcional debes visitar el jardín Majorelle. Creado en 1924 por el pintor Jacques Majorelle y restaurado por Yves Saint Laurent. Un espacio botánico en donde podrás ver especies de los cinco Continentes y más de quince clases de aves características del país. Pero, sobre todo, ese color azul alucinante (hoy llamado azul majorelle) que al contrastar con el verde de la vegetación produce un sentimiento sobrecogedor. Está abierto todos los días de 8:00 a.m. a 5:30 p.m.
Dos platos constituyen el pan de cada día de la cocina casera marroquí: el cuscús que sirve de cama a un guiso de carne, pollo o pescado con verduras y especias, y el tajine, que también puede ser de carne, siempre y cuando se cocine en la cacerola de forma piramidal que le da ese nombre. Más allá de eso, hay que probar los postres, en especial los celestiales Cornes de Gazelle, a base de almendras y dátiles.
Si quieres probar uno de los mejores Cuscús, acude al Chez Chegrouini, ubicado en Plaza Djemaa el Fna. Y para disfrutar de un auténtico Tajine, visita el Riad Monceau. Su chef Rachida Sahnoune elabora cada día platos distintos en función del mercado.
No olvides el té de menta y los jugos de naranja que encontrarás casi en cualquier esquina.
Y si quieres una auténtica cena marroquí, no hay mejor lugar que un riad. En Dar Rhizlane (www.darrhizlane.com) ofrecen una cena que es más parecida a una gran degustación: decenas de pequeños platos que invaden la mesa y van sorprendiendo a los comensales.
Para rematar, apúntate a un curso de cocina, para lo cual podrás acudir ya sea al hotel-restaurante Kasbah Agafy, al Rhodes School of Cuisine, que organiza clases de una semana en un entorno super lujoso, o al típico ryad marroquí, ¡una delicia!
Royal Mansour: Es más que un hotel. Es una medina dentro de la Medina de Marrakech. En él, las expectativas se superan minuto a minuto. También a la hora del desayuno, que se sirve en la terraza privada, junto a la piscina, también privada. Incluye mermeladas de varios tipos, crepes, huevos al estilo marroquí y frutas de todos los colores.
La Mamounia: El simple olor es ya suficiente para seducir a cualquiera. Los huéspedes son recibidos con dátiles y leche de almendra con azahar, como se hace en el desierto. Además, podrás disfrutar del que es considerado el mejor spa del continente africano: Son 2.500 m2 con dos hammams tradicionales, diez cabinas para tratamientos, gimnasio, jacuzzi... y una irresistible piscina cubierta y climatizada que es probablemente el rincón más fotografiado de La Mamounia.
Los Riads: Son casas tradicionales restauradas que se encuentran en su mayoría en la Medina. Ofrecen la oportunidad de conocer la ciudad desde sus entrañas, literalmente, en espacios acogedores, a menudo acondicionados por franceses u otros europeos. Algunos de los más recomendables son el Riad Lotus Privilege o el Riad Léna.
La vida nocturna en Marrakech inicia en la plaza Jemma El Fna, en donde podrás cenar en cualquiera de los restaurantes móviles que ofrecen especialidades marroquíes a precios bastante asequibles. Aquí la noche la animan pequeños grupos o músicos que ofrecen improvisados conciertos de música tradicional.
No debes olvidar que no puedes consumir bebidas alcohólicas en la plaza.
Pero la zona nueva de Marrakech tiene un tipo de ocio completamente diferente. Más occidental. La mayor parte de los cafés y restaurantes internacionales de esta zona se concentran en las avenidas Hassan II y Mohammed V – como el Café Bar de L’Escale, muy recomendable-. Los bares de los hoteles elegantes de la zona son también muy buena opción, como el Bar Churchill, en el hotel La Mamounia o Le Mirador, situado en el piso séptimo del hotel La Renaissance.
Algo más exclusivo es Bo-Zin, a 20 minutos de la Medina. Música disco occidental, ambiente animado y exótico.
Si quieres música al 100% puedes acudir a discotecas de fama mundial como Pacha, con capacidad para albergar más de 3.000 personas o a Teatro, en la zona de Hivernage, a donde acuden cada noche los mejores DJ internacionales.
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