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Un país hecho a mano

Ya sea para llevarse de recuerdo, para enviar de regalo a amigos o familiares que vivan en el exterior o simplemente para tener en casa, una artesanía es la mejor expresión de lo que somos. Son productos que hacen parte de la cultura, la tradición y herencia ancestral de un país en donde se pinta la cerámica, se teje la fibra, se modela la arcilla y se tiñe algodón.

Mochila Wayú

Los Wayúu son un pueblo indígena que habita la península de la Guajira, la parte más nororiental de Colombia. Y las mochilas son la máxima expresión del tejido que hace esa comunidad. Son fácilmente reconocibles por sus colores y diseños.

Se elaboran en crochet (técnica introducida por los misioneros católicos a principios del siglo XX) o con ganchillo, con diseños de vivos colores en algodón fino o de segunda.Pueden ser de corte circular, cuadrado o rectangular y la elaboración de cada pieza puede tardar aproximadamente 20 días.

Y aunque la mochila es el ejemplo por excelencia de la tejeduría Wayúu, que cuenta con Sello de Denominación de Origen desde 2011, también elaboran hamacas, sandalias y accesorios.

 

Sombrero vueltiao

Es una de las piezas artesanales más representativas del país en el mundo y se hizo famoso a nivel internacional cuando el boxeador colombiano Miguel “Happy” Lora lo usó al ser coronado campeón mundial, en 1985.

Tradicionalmente es elaborado en el Caribe colombiano, concretamente de las sabanas de Córdoba y Sucre. Declarado Símbolo Cultural de la Nación, mantiene vivo el legado de la cultura precolombina Zenú. Es tejido con las fibras de la caña flecha (Gynerium sagittatum), de las cuales algunas se blanquean con “caña agria” y otras se tiñen de negro con jagua, dividivi y cáscara de plátano.

Las hábiles artesanas trenzan dibujos o “pintas”, plasmando figuras geométricas que simbolizan elementos de la cultura indígena, estrechamente ligados con la naturaleza (Flor de maracuyá, granitos de arroz, flor de limón y la espiga de maíz, entre otros).

Es importante saber que la calidad del sombrero depende del tipo de fibra que se utilice y de la cantidad de tiras de fibra trenzada. Los más finos son los de 19, 21, 23, 27 y hasta 31 vueltas.

El Carmen de Viboral o como también es conocida “la Cuna Nacional de la cerámica artesanal”, está localizado en la subregión Oriente del departamento de Antioquia. Si va en carro, lo mejor es que guarde bastante espacio en el baúl, pues seguro va a querer llevar de todo.

La decoración de las piezas se hace a mano, con pinceles y sin moldes, eso garantiza que los decorados sean únicos, inclusive, si alguien quiere un adorno personalizado lo puede solicitar por encargo.

Una vez se exhiben en las estanterías de los almacenes se contempla en su mayor esplendor el resultado de días de trabajo que empieza con arcilla rústica y termina con una pieza única y pintoresca gracias al talento de las manos antioqueñas. Para la mayoría de las familias de carmelitanos (como se les suele llamar) este es un oficio heredado de sus ancestros quienes por generaciones aprendieron a modelar la arcilla que era extraída de este territorio en la época de la colonia.

Cerámicas de Ráquira


En el departamento de Boyacá, a 30 kilómetros de Tunja, hay un pueblo que parece una delicada artesanía de arcilla: Ráquira. Allí, la cerámica presenta un carácter esencialmente folclórico: figuras antropomorfas y zoomorfas; los inmortales caballitos de barro, pesebres o nacimientos, mercaderes, músicos, muñecos y terracotas, figuras jocosas y de gran ingenuidad; utensilios de cocina, vasijas de barro, adornos de mesa, sala…

Además se consiguen unas simpáticas vírgenes de barro conocidas como Las Otilias, creación de una artesana llamada Rosa María Jerez o las plazas de toros de Saúl Valero.

Su elaboración se logra mediante el manejo de técnicas tradicionales, utilizando como materia prima básica arcillas rojas, moradas y blancas extraídas del mismo municipio.

Hamacas de San Jacinto

San Jacinto, en el departamento de Bolívar, comienza en una calle repleta de hamacas, mochilas y tapices verdes, amarillos, azules y de cualquier color; todo está colgado en las calles como si se tratara de una exhibición artística de gran colorido.

Las artesanas instalan amplios telares verticales en sus casas para tejer las hamacas con hilazas de algodón, que tiñen con tintes vegetales, como dicta la tradición. El color lo fijan con sal y sulfato de hierro y con un encolado de almidón y agua suavizan la tela.

Además de hamacas, también se producen artesanías elaboradas en choché y macramé, así como objetos en madera e instrumentos musicales como la gaita.

Cestería de Guacamayas

Guacamayas es una pequeña población boyacense donde se elabora artesanías en paja y fique.

Las mujeres de esta población combinan los oficios de la agricultura y la ganadería con la producción de una cestería rica en formas y colorido: canastos, bandejas, fruteros, individuales, etc., que cambiaron su función ceremonial por la utilitaria, pero siguen sorprendiendo por su enorme y hermoso colorido, gracias al cual se ganaron la fama internacional de los turistas que visitan a Colombia.

La tradicional técnica utilizada en la elaboración de artesanías en fique en Guacamayas se denomina cestería en espiral y consiste en enrollar la paja y, más adelante, envolver los rollos con hilos de fique, formando espiral plana o ascendente. 

Canastos en Werregue

En el municipio litoral de San Juan, en Chocó, viven los indígenas wounaan, conocidos en el mundo por fabricar artesanías en werregue, una palma que provee la materia prima con la que elaboran canastos, floreros, jarrones, etc.

El proceso, que toma varios meses, comienza cuando se enciende en el cielo la luna llena. Nunca en menguante. Y eso ocurre cada diez o doce días. Los hombres se introducen, machete en mano, selva adentro hasta tropezar con las palmas que ellos mismos sembraron semanas atrás.

Los indígenas ascienden por ellas con habilidad de pájaros para cortar los cogollos.

Cada uno puede tener hasta 300 hojas que, luego, entre todos los miembros de la familia se encargan de lavar y de secar hasta terminar con la apariencia de la fibra. El resto es tarea de la mujer: separar la fibra en finísimas hebras, cocerlas en ollas con hojas de puchicama, azafrán o semillas de achiote para conseguir los colores, para después comenzar a tejer.

Ruanas de Cucunubá


La ruana es una manta cuadrada o rectangular hecha en lana 100% virgen, sin mangas y con un orificio en el centro por el que se pasa la cabeza. Se cree entonces que es una fusión de la manta o chircate de los indígenas Muiscas con los capotes españoles, mientras que para otros piensan que tomó su nombre de los paños que los españoles trajeron desde Ruan, Francia.

Actualmente unas de las mejores ruanas las tejen campesinos de Cucunubá, municipio ubicado en el Valle de Ubaté. Se trata de una tradición milenaria en la cual se preserva el conocimiento de toda la cadena de la Lana, que inicia con la cría de las ovejas, luego el esquilado y la hilandería para finalmente pasar a la tejeduría.

Aunque las ruanas y demás productos artesanales hechos en lana se consiguen todo el año, una buena oportunidad para comprar y conocer esta tradición es asistir a Festilana, una vitrina de la región, que invita a conocer la tradición tejedora de los artesanos, la cultura gastronómica y el potencial turístico del Valle de Ubaté a los colombianos. Este año Festilana llega a su novena versión y se realizará el 22 y 23 de octubre de 2016.

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