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Ver otras fechasEsta ciudad se ha convertido en un destino único no solo por sus calles llenas de historia, sus innumerables palacios, canales y puentes, sino porque más allá de los reflejos soviéticos, se ha posicionado como la capital cultural de Rusia.
Es una ciudad joven, pero a pesar de sus escasos 300 años la magnificencia de su aspecto parece una herencia de muchos siglos avalada por la voluptuosidad de su arquitectura. La cantidad de puentes, palacios, iglesias, monumentos, museos y edificios de toda índole hacen de esta urbe un destino único. No es casual que a San Petersburgo le llamen a menudo “el museo al aire libre”. Construida tomando en cuenta los logros más nuevos de la arquitectura europea, la ciudad sobre el Neva atrae por su asombrosa armonía y originalidad. La sinfonía de piedra de sus palacios, plazas y calles, las agujas doradas que despuntan sobre el cielo frío del norte, el agua de sus canales, los puentes con barandillas caladas... todo esto crea la atmósfera inconfundible de San Petersburgo.
Como Ámsterdam y Venecia, fue levantada sobre una red de canales. Sobre el entramado de numerosas vías fluviales, un amplio abanico de puentes enlazan las 42 islas de la ciudad.
Los románticos canales de San Petersburgo tienen fama mundial. El horizonte de la ciudad está dominado por las agudas flechas doradas que parecen disparadas al cielo desde la fortaleza de San Pedro y San Pablo, construida antes que la propia ciudad, y desde el imponente edificio del Almirantazgo, símbolo del poder marítimo y militar del país, situado en la orilla meridional del río Neva, donde vienen a morir las principales avenidas de la ciudad. Junto al Almirantazgo, siguiendo la orilla del río, se encuentra la fachada del famosísimo Ermitage, antigua residencia de los zares, hoy convertido en uno de los mayores museos del mundo que encierra en sus salones y vitrinas cerca de 3 millones de obras de arte.
Muy cerca, en la plaza de los Decembristas, puede admirarse una gigantesca estatua ecuestre del fundador de la ciudad Pedro el Grande, conocida como el Caballero de Bronce. En frente se alza la imponente cúpula, rodeada de campanarios, de la catedral de San Isaac, el mayor monumento religioso de la ciudad, capaz de acoger a 14.000 fieles. Pero San Petersburgo tiene mucho más. Basta con ir a lo largo del canal Moika para encontrarse con el palacio de los príncipes Yusupov donde encontró la muerte el famoso Rasputín. O pasear por una de las orillas del canal Griboedov, encajonado entre casas y rico en perspectivas siempre nuevas, que atraviesa una de las zonas más recogidas y silenciosas de la ciudad, y llegar hasta el popular barrio que se extiende en torno de la plaza del Heno, habitado por pequeños comerciantes, empleados y artesanos y descrito por Dostoevski como la otra cara de la suntuosa fachada de la ciudad, donde andaba Raskolnokov, el personaje principal de su “Crimen y castigo” tras asesinar a la vieja prestamista.
Nada como atravesar el Neva y adentrarse en la isla Vasilievski, sede de la Universidad donde trabajó el famoso químico, inventor de la tabla periódica de los elementos, Dmitri Mendeleyev, donde se examinó Lenin y de cuyas aulas salió el antiguo coronel de la KGB, aupado después a la presidencia del mayor país del mundo. O caminar a lo largo del malecón de Pedro, frente a la Escuela de Marina, donde se halla apaciblemente atracado el crucero “Aurora”, el barco que inició la Revolución de Octubre con un cañonazo sobre el Palacio de Invierno.
Uno de los rasgos especiales de esta ciudad es su capacidad de estimular la imaginación y la creación humana. No es casual que la llamen “la ciudad de las musas”, la ciudad de los poetas y los músicos, los pintores y los artistas. Es la ciudad de Tchaikovski y Mussorgski, Shostakovich, Chaliapin y Nizhinski. San Petersburgo se considera la cuna de las artes escénicas rusas. La primera escuela rusa de ballet fue creada en 1738 en San Petersburgo. En los teatros de la ciudad aún puede disfrutarse de las actuaciones de compañías como la Kírov, que han dado al mundo bailarines de fama internacional.
De San Petersburgo son oriundos muchos poetas y escritores famosos: Pushkin y Dostoievski, Lérmontov y Blok, Yesenin y Gogol, Ajmátova, Nekrasov, Nabokov, Zóschenko y muchos otros. Paseando por la ciudad es fácil entrever antiguas estampas extraídas de las obras famosas. Solamente aquí se puede comprender el verdadero sentido de éstas, ya habituales expresiones como “San Petersburgo de Pushkin“, “San Petersburgo de Dostoievski”, “San Petersburgo de Gogol”, y sumergirse en el pasado literario de la ciudad.
Solamente aquí se puede tomar café en la antigua cafetería de Wulf y Beranger tan querida por Pushkin, contar los pasos de la casa de Raskólnikov hasta el apartamento de la vieja prestamista, asesinada por él, parar al lado del portal de gala descrito por Nekrasov, dar una vuelta por la avenida Nevski, tan pintoresca en las obras de Gogol.
• Visitar el famoso museo de Hermitage y otros museos, palacios, catedrales y residencias veraniegas de los zares, o simplemente pasear por la ciudad.
• Las rutas más interesantes para paseos pasan por la Avenida Nevsky, malecones del río Neva, malecones de los canales Moika, Canal Griboedov, Fontanka. Hay que ver las plazas de San Isaac, de los Decembristas, de Artes, del Teatro y la zona cercana (Catedral de San Nicolás, puentes románticos, Canal Kriukov, “barrio de Dostoievski”). No debe faltar la “Flecha” de la Isla Vasilievsky y la Fortaleza de Pedro y Pablo. Fuera de San Petersburgo se puede visitar las espectaculares residencias veraniegas de los zares como Petergoff, además sus parques y palacios.
• Hacer paseos en barco por ríos y canales. Disfrutar de las “noches blancas” (mayo-julio, cuando por la noche apenas se oscurece).
• Ver la elevación de los puentes sobre el río Neva, en la noche.
• Asistir a los espectáculos de los mejores teatros de Opera y Ballet (por ejemplo, el famoso teatro Mariinsky (Kirov), también la Filarmónica, conciertos de Jazz y folklore ruso.
• Disfrutar de la gastronomía rusa y de todo tipo, en pequeños “bistros”, cafeterías y creperías de “blinis”, o en restaurantes de todo tipo, desde económicos hasta de lujo.
• Hacer compras de gran variedad de artesanía típica (madera, porcelana, matrioshkas, piedras semipreciosas, ámbar...). Además, se puede comprar caviar, vodka...
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